Alan García cumplió 100 días en el poder esta semana. Oportunidad idónea para una primera evaluación. Por ahora, el gobierno tiene nota aprobatoria. Si bien las grandes reformas aún no se han emprendido, o se han iniciado a medias, el gobierno ha logrado recuperar la confianza de la opinión pública. Ese será su gran capital político en los próximos meses. Un análisis.

Esta semana, el segundo gobierno del Partido Aprista cumplió 100 días en el poder. Para muchos, ocasión ideal para una primera evaluación. No para el presidente García y la mayoría de los miembros del gabinete ministerial que consideran desatinado hacer una valoración de la gestión gubernamental tras sólo 100 días.

Caridad Montes y sus camaradas en el SUTEP deben haber puesto el grito en el cielo. El gobierno quiere evaluar a los maestros pero se niega a que la opinión pública lo evalúe. Así no es, ¿no?

Dejando lo anecdótico de lado, es lamentable la actitud de sectores del gobierno de condenar a todo el que se atreve a hacer un juicio de valor sobre los primeros 100 días de gestión aprista. Es lamentable porque se hace evidente cierta intolerancia y, sobre todo, una conveniente falta de memoria. El APRA, principal fuerza de oposición en el período 2001-2006, no le dió ni una semana al toledismo antes de iniciar sus incisivos ataques.

Como señaló el director de Perú 21, Augusto Álvarez Rodrich en su columna del 1 de noviembre, se puede evaluar al gobierno “cuando a uno le dé la gana, teniendo, naturalmente, el sentido común de considerar en el examen el plazo transcurrido, es decir, lo que es posible cumplir en un determinado período”. Si bien 100 días es poco para determinar la efectividad de las políticas implementadas, pueden ser suficientes para ir viendo la tónica en que se maneja el Ejecutivo.

Pero no, García ha pedido esta semana un plazo de dos años y medio para poder hacer una primera apreciación de su gestión. Es más, ha calificado de “frustrados”, “derrotados” y “tristes” a todos aquellos que han osado verter una crítica (fuente: casi todos los diarios). Por si fuera poco, el premier Del Castillo se pregunta suelto de huesos: ¿dónde está la oposición?

De esa escaramuza verbal, que más parece un inacabable juego de tautología, el único que ha resultado beneficiado ha sido el APRA que, en estos primeros 100 días, no sólo no ha tenido oposición sino que además ha contado con el beneplácito de aquellos supuestos oponentes que ahora, ante el 59% de aprobación del presidente, se despabilan y notan que el breve romance con García no les ha servido de mucho.

El balance

¿Qué se puede decir de los primeros 100 días de gobierno aprista? Como hemos sostenido en otros artículos, tras cinco años de tumbos chakanos, con el cambio de administración, la capacidad de iniciativa ha vuelto al gobierno. Eso se debe en gran medida a la habilidad política de García que, con sus anuncios semanales ha sabido mantener en vilo a la opinión pública y ha quitado, así, margen de maniobra a la oposición.

Sin embargo, en muchos casos se tiene la impresión de que se trata de anuncios improvisados que más buscan crear la percepción de que el gobierno trabaja pero que, en realidad, carecen de viabilidad o de contenido. No pocos han cuestionado, por ejemplo, el anuncio de hacer una evaluación nacional de maestros que, a todas luces, parece improvisada por el escaso tiempo que se ha dispuesto (hasta fin de año) y por la falta de recursos. Algo similar ocurrió con la campaña de alfabetización.

Otro anuncio que fue hecho con bombos y platillos fue el de la restructuración del Poder Judicial. Sin embargo, unos meses después, la reforma parece estancada.

En estos primeros meses García ha hecho una serie de anuncios efectistas con el fin de obtener el favor popular. Los dos más importantes han sido el de la reestauración de la pena de muerte para violadores, que esta semana se ha extendido también a los terroristas, y el de las medidas de austeridad. En Perú Político hemos fijado ya nuestra posición contraria a la pena de muerte.

Las medidas de austeridad, en cambio, son muy positivas (en la medida en que no ahuyenten a los mejores técnicos de ingresar al Estado) ya que tienen un carácter simbólico muy importante para grandes sectores de la población que, desde la pobreza, ven de manera crítica el despilfarro que se hace a menudo desde las esferas del poder. En ese sentido, el hecho de que García utilice líneas aéreas privadas en sus viajes al exterior marca una importante distancia con su antecesor.

En resumen, la gran virtud del gobierno ha sido, hasta ahora, saber manejarse con mucho acierto en la arena mediática. Las cabezas visibles del Ejecutivo, García y Del Castillo, son dos políticos experimentados capaces de medir la temperatura política y adaptarse a las circunstancias.

El cambio fundamental entre la administración anterior y la actual ha sido básicamente uno de estilo. Pero ese cambio ha sido esencial para que la ciudadanía recupere, al menos en parte, la confianza en la política. Con esa confianza recuperada, el gobierno tendrá más capital político para emprender las grandes reformas como la del Estado y la educativa.

Lourdes Flores ha dicho esta semana que García es un presidente “pirotécnico” porque sólo hace anuncios sensacionalistas. Sin embargo, el presidente pirotécnico y su entorno han logrado, en pocos meses, superar el clima de polarización que se creó durante la campaña electoral. Después de mucho tiempo, la política transcurre nuevamente por cauces de tranquilidad.

Y mientras la política recupera el tiempo perdido, el autodenominado líder de la oposición, Ollanta Humala, ve cómo se desmorona el castillo de naipes que construyó. Cuando el 19 de noviembre se cierren los centros de votación, su Partido Nacionalista habrá sufrido una estrepitosa derrota. Y cuando como esta semana, vuelva a hablar de insurgencia, serán pocos los que lo escuchen.

Ignazio De Ferrari

Fuente de la imagen: Deutsche Welle Internacional