La alianza de la discordia

Un repaso de la relación de Toledo con los dos partidos que apoyan su régimen, muestra lo complejo que ha sido lidiar con Perú Posible y el Frente Independiente Moralizador. Las reglas del juego nunca estuvieron claras.

Hay algo patológico en las tendencias autodestructivas del presidente Alejandro Toledo. Si uno se propone hacer un recuento de sus cuatro años de gestión, llegará rápidamente a la conclusión que todo lo que sucede en su gestión es cíclico. Toledo sabe, mejor que nadie, alternar períodos de relativa tranquilidad con explosiones políticas que, por lo general, remecen profundamente los cimientos del régimen. Las encuestas son un fiel reflejo de ello. Una vez que el presidente supera la valla del 15%, se encienden las señales de alarma. En tres días es capaz de tirar por la borda el trabajo hecho pacientemente durante meses.

No sería descabellado afirmar que, de no ser por el manejo macroeconómico (ocho semestres de crecimiento continuo), el gobierno de Perú Posible (PP) hace rato se habría visto interrumpido. Es que con excepción de la economía y la política exterior, la administración Toledo no tiene grandes credenciales que mostrar. Por el contrario, el descontento social ha sido muy alto.

El principal error de Toledo ha sido carecer de un verdadero programa de gobierno. Esa carencia de rumbo ha sido el principal desencadenante de gran parte de las crisis políticas de los últimos cuatro años.

La relación del gobierno con los dos partidos que han sostenido al régimen ha sido un ejemplo de cómo la falta de definición en las reglas del juego puede producir tropiezos continuos. Desde un comienzo, en PP pocos comprendieron que estar en el gobierno no significaba copar el aparato estatal. A su vez, la heterogénea composición de la bancada dificultó una colaboración más estrecha con el gobierno. Según el ideólogo del partido, Hugo Garavito, la ideología de PP consiste en el posibilismo. Sin embargo, muchos de los chakanistas jamás han escuchado esa palabra. Nadie parece saber que significa.

El noviazgo con el FIM ha resultado igual de tormentoso. Nunca se supo en qué consistía exactamente la alianza. Así lo demuestra el hecho de que tanto en PP como en el FIM se desconociera el contenido del acuerdo de gobernabilidad firmado por Toledo y Olivera poco antes de asumir el gobierno. Igualmente, los de la escoba demandaron siempre más poder del que su representación parlamentaria reflejaba. En el 2001 llegaron 11 fimistas al Congreso pero cuatro desertaron en el camino.

Mientras en el FIM están instalados en la avenida del dolor (Gustavo Pacheco), tras la abrupta salida de su líder, Fernando Olivera, del gabinete, Toledo hizo juramentar ayer a su nuevo equipo ministerial. Olivera había prometido el sábado que ningún miembro de su partido volvería a integrar un gabinete durante el mandato de Toledo. Y así fue. Sin embargo, la alianza entre ambos partidos no se ha roto. Incluso, para Pacheco el Frente Perú con lo mejor de PP y el FIM es aún una posibilidad para los comicios del 2006.

Bajo qué términos continúa la alianza, nadie lo sabe. Los errores son de nacimiento.

Ignazio De Ferrari