El año pasado oí a un anciano catedrático de la Universidad Nacional Federico Villarreal, representante del malísimo profesorado universitario, afirmar suelto de huesos que la actual política exterior peruana no se compara con la “brillante” política exterior del pasado.

¿Cuál “brillante” política exterior del pasado? A diferencia de Brasil y México, nuestra política exterior siempre ha servido a la política interna y simpatías ideológicas.

Ejemplo: en 1933 la dictadura del ex comandante Luis Miguel Sánchez Cerro decidió apoyar militarmente la incursión de varios colonos peruanos a la ciudad de Leticia, que había sido cedida a Colombia años atrás. El Ministro de Relaciones Exteriores no sólo desconoce un tratado de límites fronterizos y se enfrenta a la Liga de las Naciones (organismo internacional que daría la razón a Bogotá) sino que ni protesta cuando una violenta turba gobiernista atacó la embajada colombiana en Lima y casi lincha al embajador. Colombia llegó a romper relaciones diplomáticas con el Perú.

De otro lado, en 1960 el gobierno de Manuel Prado avaló la revolución cubana. En la reunión de cancilleres de la Organización de Estados Americanos realizada en Costa Rica, los Estados Unidos plantean sanciones a Cuba.

Desde el triunfo de la Revolución, Fidel Castro y su gente no sólo habían disuelto el Parlamento y destituido a magistrados y alcaldes (algo muy latinoamericano) sino abrogado la Constitución de 1940, restablecido la pena de muerte, creado “juicios populares”, ordenado fusilamientos, nacionalizado empresas y bancos, expropiado predios, limitado la emigración, proscrito partidos políticos, perseguido a la Iglesia Católica, cerrado medios de comunicación, tomado sindicatos, apresado cientos de opositores y lanzado guerrillas comunistas en la región.

Sin embargo, para nuestro Ministro de Relaciones Exteriores (el historiador Raúl Porras Barrenechea) nada justificaba “violar” el “principio de autodeterminación de los pueblos”, esa excusa jurídica que todas las dictaduras utilizan para que el mundo no las fastidie. El Perú fue el único país que defendió a Cuba. Ahora él tiene en La Habana un parque con su nombre.

Por último, en 1982 el gobierno de Acción Popular decidió apoyar a la dictadura militar argentina en su invasión a las Malvinas, bajo control británico desde 1833. Argentina y Gran Bretaña se disputan la soberanía de las islas. Después de la invasión militar, el Perú no sólo asume la representación diplomática argentina, igual que Suiza lo hace con Gran Bretaña, sino envía armas, pertrechos y medicinas.

Para el Ministro de Relaciones Exteriores los graves crímenes contra los derechos humanos y de lesa humanidad en Argentina no importaban. Tampoco que días antes de la invasión, la dictadura masacró a sindicalistas que protestaban en la Plaza de Mayo de Buenos Aires. Sólo las simpatías pro-argentinas del presidente Fernando Belaunde.

Ese catedrático no entiende que la política exterior debe seguir altos ideales universales (libertad, justicia, paz) en el tiempo. De lo contrario, seguirá igual.

Por Gian Carlo Orbezo Salas, columnista invitado

Imagen: Palacio de Torre Tagle (sede del Ministerio de Relaciones Exteriores). Tomada de: http://www.redperuana.com/