La estrategia alanista

estrella aprista

El presidente García parece estar enfrascado en mantener su alto nivel de popularidad y en posicionar a su partido con miras al futuro. Para tener éxito en ambas faenas, el presidente parece haber diseñado una estrategia: diferenciarse de la gestión toledista, a la que se identifica con exceso y frivolidad. Recordándonos los vicios del ex presidente, García busca enaltecer sus nuevas cualidades de político austero y prudente y dejarnos en claro que la opción toledista no se puede repetir en el futuro. Sin embargo, es probable que Toledo postule una vez más y, como es sabido, su desempeño electoral no ha sido malo en el pasado. Al margen del rival, los que podrían suceder a García en el APRA, no representan ninguna garantía. Un análisis.

¿Qué se esconde detrás de los intentos del gobierno por desacreditar al ex presidente Toledo y al toledismo? El APRA parece tener una fijación casi patológica en aquellos que estuvieron al mando del gobierno en el último quinquenio. Cuando estaban en la oposición amenazaban con vacar a Toledo casi todas las semanas. Y ahora que están en el poder, han abierto una investigación que, por sus alcances (impedimento de salida del país incluído), más parece un acto de venganza que un intento de sancionar cualquier posible exceso.

El líder aprista, con la sagacidad que lo caracteriza, ha sabido entender que para gobernar hay que alternar entre las miradas al espejo retrovisor y al camino que se abre frente a sus ojos. En el espejo retrovisor del presidente se divisa al improvisado Toledo, de quien, en términos políticos, vale la pena diferenciarse. Ante sus ojos se abre, en el horizonte, el panorama electoral 2010-2011 en el que, oh sorpresa, también se logra atisbar la silueta del improvisado.

Para las mayorías, la gestión de Perú Posible (PP) fue excesivamente frívola y estuvo plagada de escándalos. Por eso, lo primero que hizo García al asumir el mando el 28 de julio fue anunciar un plan de austeridad al que luego se le sumó la prohibición de comprar alcohol en cualquier dependencia del Estado y la venta del avión presidencial, tristemente recordado como el avión parrandero. De esa manera, el mandatario intenta distanciarse de su antecesor y, de paso, de su propia primera versión, la del descontrolado joven de los ochentas. A todas luces, García intenta ser el presidente mediático, Toledo era, cuanto menos, errático. Eso, Alan lo sabe muy bien y lo busca aprovechar.

Sin llegar a adoptar un discurso antisistema, García ha emprendido una batalla contra la frivolidad y los abusos de la clase política. Para eso, aplica una estrategia utilizada en el pasado, con mucho más radicalidad, por Fujimori. En resumen, García juega en dos frentes. Por un lado intenta inflar su popularidad apelando a la sensibilidad de la opinión pública y, por el otro busca posicionar a su partido de cara al futuro.

¿Toledo al 2011?

La venganza, sin embargo, parece ser también una de las motivaciones detrás de las ambiciones alanistas. Eso parece desprenderse del hecho de que el propio García haya desacreditado la investigación abierta por el Congreso contra Toledo. El mandatario parece querer ganarle a Toledo en la cancha, tomando distancia de la gestión de su antecesor, develando así sus desaciertos. Es consciente que la imposibilidad de ir a la reelección inmediata le impedirá derrotar a Toledo en las urnas.

Algún mérito tiene el natural de Cabana. En menos de un año, a comienzos de la década, contribuyó enormemente a tumbar la autocracia fujimorista y, poco después, le propino al líder del APRA la única derrota electoral de su carrera política. Nada mal para un improvisado.

A pesar de carecer de mayores habilidades discursivas, Toledo no se desempeña mal en las movedizas arenas electorales. En caso de postular una vez más, Toledo podría esgrimir los buenos resultados económicos de su gestión, y presentarse ante la población como el artífice del despegue económico.

A juzgar por el bajo porcentaje que obtuvo Marta Chávez en la última elección presidencial, todo indica que no hay fujimorismo sin Fujimori, aún cuando la hija del extraditable haya sido la parlamentaria más votada. García, por su parte, debe preguntarse constantemente en manos de quién dejará el partido cuando se retire. ¿Habrá aprismo sin alanismo?

La batalla por la sucesión

La pugna parece haberse desatado en Alfonso Ugarte. La terna la componen cuatro políticos experimentados de muchos años de militancia aprista. Sin embargo, ninguno es especialmente carismático y ninguno ha ganado una elección importante, más allá de la alcaldía de Lima, a la que Jorge del Castillo accedió tras recibir el imbatible apoyo de un balconazo del magnetizante García ochentero.

El premier Jorge del Castillo parte con cierta ventaja. No sólo recibió la confianza de García para convertirse en el primer jefe del gabinete, sino que, además, es reconocido por ser el más capaz de lograr consensos con otras agrupaciones. Desde su cargo en el Ejecutivo, es el que más exposición mediática tiene, lo que, sin embargo, podría ser perjudicial si no logra manejarse con cautela.

La presidenta del Congreso, Mercedes Cabanillas, también parece tener aspiraciones. Sin embargo, en su contra juega el hecho de que ya postuló en 1995, con resultados calamitosos. Además, en los últimos tiempos, el Congreso no ha sido una plataforma para despegar políticamente. En la legislatura pasada, Ántero Florez-Áraoz intentó, sin mayor éxito, utilizar la presidencia del Legislativo para recuperar el liderazgo del PPC. Parece, más bien, que la fórmula del éxito pasa por integrar el Ejecutivo.

En una situación similar a la de Cabanillas se encuentra Mauricio Mulder, quien el pasado julio se quedó fuera del gabinete. Sin embargo, a diferencia de Cabanillas, Mulder ha sufrido un duro revés no hace mucho. Como secretario general del partido, fue responsabilizado de la derrota electoral de noviembre, que incluyó la pérdida de Trujillo, cuna del aprismo.

En la última semana, otro peso pesado parece haber entrado en carrera. Se trata del flamante Ministro del Interior, Luis Alva Castro quien desempeñó diversos cargos durante el primer gobierno aprista. Por su paso por la presidencia del Consejo de Ministros y, especialmente, por el ministerio de Economía, a Alva Castro se lo asocia con lo peor del primer régimen aprista. Según una encusta de CPI, su nombramiento ha generado más del 50% de rechazo en la opinión pública. Se trata, sin embargo, de uno de los pocos dirigentes que ha llegado a enfrentar a García por el liderazgo del partido. Fue secretario general y segundo vicepresidente durante el primer gobierno y, como candidato presidencial en 1990, obtuvo un nada despreciable 22%.

Por el momento no se divisa ninguna figura joven capaz de tomar la posta al jefe de Estado. Tras la muerte de Haya de la Torre en 1979, el partido se encontraba en una situación difícil y la candidatura presidencial de 1980 fue entregada al histórico Armando Villanueva. Sin embargo, poco después, el carismático diputado Alan García terminó por dar su gran salto a la palestra con la interpelación al Ministro de Economía Manuel Ulloa y, en 1982, fue nombrado secretario general. Desde entonces, ha sido la primera figura del partido.

Ignazio De Ferrari

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