Enfrentados a los desafíos electorales, los políticos y los partidos no supieron manejar con la misma pericia los retos que se les presentaron este año. Los dos comicios electorales del 2006 dejaron claramente vencidos y vencedores. Los pocos triunfos morales que se produjeron se desvanecieron rápidamente, de modo que en los albores del 2007, la escena política es dominada por actores que, hace un año, parecían destinados a una posición poco expectante.

El año del camaleón

El 2006 fue, sin duda, el año de Alan García, el año del camaleón. García es el único político peruano capaz de ponerse el overol y el terno y, aún así, resultar medianamente verosímil. Por eso, clasificar a García parece, a estas alturas, un ejercicio de adivinanza.

Sobre la campaña presidencial y sobre el triunfo aprista hemos escrito bastante. Cabe, sin embargo, hacer una acotación. La versión actual de García parece ser mucho menos sectaria que la de los 80. Cuando el APRA ganó las elecciones de 1985, se argumentó que el partido de la estrella había abandonado finalmente el sectarismo que había sido la marca del partido durante casi 60 años. Sin embargo, en su primer mandato, García y el APRA coparon el aparato público de compañeros e implementaron una política económica heterodoxa que condujo al descalabro social.

Hoy, sin embargo, García mantiene el diálogo con todos los sectores. Si bien no ha sido amor a primera vista con los empresarios, finalmente los ha sabido conquistar (el 92% aprueba su gestión). Los pocos trabajadores organizados que quedan parecen empezar a darle la espalda pero, en todo caso, el grado de representación de la CGTP es, cuanto menos, dudoso.

Precisamente en este punto parece radicar la mayor fortaleza del García actual, del izquierdista moderno, según denominación de origen. Si García logra mantener los canales de comunicación abiertos con los diferentes grupos de interés, podría convertirse en un presidente verdaderamente especial, con lo que obtendría la redención que tanto parece obsesionarlo. Toledo y su gobierno fracasaron justamente en que no supieron llegar a las organizaciones sociales que, durante su convulsionada gestión, se manifestaron constantemente en las calles. Pero si García logra cambiar esto acabará revolucionando la investidura del Presidente de la República y, con un consenso mayor en torno a su figura, podrá dar el salto hacia el semipresidencialismo del que hablaba su plan de gobierno.

Hoy, los hilos de la política nacional son manejados exclusivamente desde Palacio de Gobierno, lo que dice mucho de las habilidades del presidente, quien se encargó de desarmar a la oposición. Y esta vez, a diferencia de la primera gestión aprista, el papel del partido parece ser mucho más opaco. Desde un punto de vista mediático, salvo del Castillo, los ministros con mejor perfil son los independientes lo que, una vez más, dice mucho de la apertura de García, quien los puso en esos puestos.

¿No hay dos sin tres?

En el Perú, la derecha, cuando es identificada como tal, tiene escasas posibilidades de alcanzar la presidencia. A estas alturas, Lourdes Flores lo debe saber mejor que nadie. La presidenta del PPC tendrá que esperar hasta el 2011 para probar suerte por tercera vez.

La derrota de este año ha sido aún más difícil de digerir que la de 2001. Flores lideró durante casi toda la campaña las encuestas para, en la recta final, protagonizar una caída irreversible. Los errores que se cometieron fueron de cálculo político, producto de una estrategia de campaña muy mal diseñada. La principal responsable fue la candidata.

La seguidilla de errores de la campaña electoral no puede haber pasado inadvertida entre los dirigentes del espacio político que, hasta hace poco, fue liderado con pocos cuestionamientos por Flores. Es de esperar, entonces, que un peso pesado del PPC como Ántero Florez-Áraoz intente recuperar las riendas del partido para entrar en la competencia en cinco años.

Pero lo más probable es que el heredero de la “candidatura de los ricos” no venga del PPC sino de un partido aún más pequeño y con aún menos presencia fuera de Lima: Solidaridad Nacional (SN), más conocido como el partido de Castañeda. El burgomaestre limeño ha visto fortalecerse su liderazgo tras los comicios municipales, pero todo indica que fuera de la capital su notoriedad es casi nula. Contra sus posibilidades de convertirse en una candidato viable atenta también su evidente falta de carisma. Si bien las credenciales democráticas de Castañeda son intachables, el alcalde se parece a autócratas como Odría y Fujimori en que intenta ocultar sus debilidades verbales explotando la imagen de político silencioso que hace obra.

La lucha por la candidatura de la derecha promete ser descarnada. Si Unidad Nacional (UN) finalmente se rompe, como algunos indicios ya lo señalan, y en cinco años presentan diferentes postulantes, le acabarían haciendo un gran favor a sus rivales. En la derecha hay espacio para uno solo.

Ollanta, ¿dónde estás?

Según los cálculos nacionalistas, la gran transformación debía empezar el 28 de julio. Ese día, Ollanta Humala se pondría la banda presidencial. Ese día nunca llegó porque los peruanos se lo impidieron. Aún así, Humala interpretó la derrota como un triunfo, ya que obtuvo más votos que García en 15 regiones el cuatro de junio. Y, seguramente, creyó que en las elecciones de noviembre ganaría en muchos de esos lugares. La derrota de noviembre fue verdaderamente dolorosa.

El ascenso de Humala hasta el primer lugar el nueve de abril estuvo relacionado más con un fenómeno mediático que con una candidatura sólida. Lo cierto es que en menos de un año, Humala pasó de ser una esperanza para grandes sectores postergados a ser un ejemplar más en ese poblado grupo que forma nuestra “clase política”. Es decir, una caricatura.

Ignazio De Ferrari