Viraje político en Argentina

Con las elecciones presidenciales de 2011 en el horizonte político, los argentinos acudieron el último domingo a votar. Si bien se trataba de una elección de mitad de mandato en la que se renovaba la mitad de la Càmara de Diputados y un tercio del Senado, la elección tenía una relevancia política inusual ya que, por primera vez desde que llegara al poder en 2003, el liderazgo del matrimonio Kirchner se veía amenazado en las urnas. El resultado electoral confirmó los principales temores del kirchnerismo ya que la derrota no se redujo solamente al interior del país, sino que alcanzó también a la provincia de Buenos Aires, el principal bastión del peronismo oficialista.

Sin lugar a dudas, el gobierno era el actor que más capital político ponía en juego. En primer lugar, el matrimonio presidencial debía demostrar que, pese a la crisis del campo de 2008, el oficialismo se mantenía incólume al frente del gobierno y que el caudal electoral seguía vigente. En segundo lugar, el futuro político del ex presidente Néstor Kirchner estaba en disputa. Ante la crucial elección, el oficialismo había puesto a su principal figura al frente de la lista electoral de la provincia de Buenos Aires. En sus intervenciones, la presidenta Cristina Fernández había agregado elementos plebiscitarios a la elección. En tercer lugar, las aritméticas también señalaban que los Kirchner se situaban en una posición de más vulnerabilidad que la oposición. En la Cámara de Diputados ponían en juego 60 de sus 116 escaños (la Cámara cuenta con 257 asientos) y en el Senado 12 de de 40 (72 escaños) (fuente: diario Clarín).

En las semanas previas a la elección se había hecho evidente que el gobierno sólo tendría oportunidades de ganar en uno de los cinco distritos mas poblados del país (juntos suman el 68% del electorado total). El oficialismo calculaba un triunfo de Kirchner en su feudo, pero sabía de antemano que la Capital Federal, Santa Fe, Córdoba y Mendoza le serían esquivos. Las encuestas a boca de urna confirmaron rápidamente los pronósticos del interior. En Santa Fe, ganaba el peronismo disidente que encabeza el senador reelecto Carlos Reutemann, mientras que en Córdoba se alzaba la Union Cívica Radical (UCR), el otrora segundo partido de la Argentina después del peronismo. En Mendoza la alianza de radicales y partidarios del vicepresidente Julio Cobos, quien tras el conflicto del campo había abandonado el gobierno, doblaba en votos al oficialista Frente para la Victoria (FV).

Los resultados en la capital y la provincia de Buenos Aires fueron, sin embargo, los más sorprendentes debido al marcado retroceso del oficialismo. En la capital, la primera minoría en la cámara baja fue para Propuesta Republicana, la organizacion de centroderecha que lidera el ex presidente de Boca Juniors Mauricio Macri, con 31%, mientras que el oficialismo quedó en un distante cuarto lugar con sólo el 11,6% de los votos. En la provincia, el cataclismo electoral fue mayúsculo, ya que el FV liderado por Kirchner perdió 14 puntos con relación a la elección legislativa anterior y, con 32%, quedó a dos puntos y medio de la lista triunfadora liderada por el peronista disidente Francisco De Narváez.

Al final de la jornada electoral, el país tenía un nuevo mapa político, en el que lo mas resaltante era la pérdida de la mayoría aboluta del gobierno en las dos cámaras.

De la crisis del campo a las elecciones legislativas

La candidata oficialista Cristina Fernández fue elegida presidenta de Argentina en octubre de 2007 con el 45% de los votos. Tras cuatro años de alto crecimiento económico, en los que los índices de pobreza se redujeron considerablemente luego del descalabro social de diciembre de 2001, el electorado argentino premió con su voto a la pareja presidencial. De la flamante presidenta se esperaba que su experiencia como legisladora contribuyera a retomar el diálogo con las demás fuerzas políticas que, durante la gestión de su esposo, había brillado por su ausencia. Sin embargo, el matrimonio presidencial interpretó el resultado electoral y la mayoría absoluta como un cheque en blanco. Esa interpretación de fuerza acabo por debilitarlos.

A pocos meses de iniciado su mandato, el gobierno tomó la arriesgada decisión de subir las retenciones a las exportaciones de cereales. El último aumento del gobierno de Kirchner había elevado las retenciones de la soja, el principal cereal de exportación, a 35%. La nueva modalidad de retenciones móviles sujetaba su aumento o disminución a la evolución de los precios internacionales. En el nuevo esquema, las retenciones podían llegar a superar el 90% si los precios alcanzaban cifras exorbitantes.

A raiz del aumento de las retenciones, los gremios agropecuarios iniciaron una huelga que duró 129 días y que fue apoyada por amplios sectores de las clases medias. El país se polarizó entre quienes apoyaban y quienes rechazaban la huelga. Ante la división del país en dos bandos, la presidenta envió un proyecto de ley al Congreso para que fuera ese poder el que tomara la decisión final sobre las retenciones. El vicepresidente Julio Cobos, como presidente del Senado, dirimió el voto en contra del alza de las retenciones.

Las consecuencias políticas de la crisis del campo se hicieron sentir en las elecciones legislativas del último domingo. La pérdida de popularidad de la presidenta fue evidente hasta en sus bastiones más tradicionales, como la provincia de Buenos Aires y la provincia sureña de Santa Cruz, donde el ex presidente Kirchner desarrolló gran parte de su carrera política como gobernador. Además, los resultados del domingo fortalecieron a ciertos dirigentes de la oposición como Cobos y a peronistas disidentes como el senador santafecino Carlos Reutemann.

El horizonte político

En las últimas dos décadas, Argentina ha pasado por dos ciclos marcados de poder. Al ciclo actual de los Kirchner se suma el de Carlos Menem quien, entre 1989 y 1999, fue el líder indiscutido del peronismo y al igual que los Kirchner, gobernó el país con un estilo confrontacional. La derrota en las elecciones legislativas de 1997 marcó el comienzo de su ocaso, una situación similar a la que vive actualmente la pareja presidencial.

La caída del menemismo produjo una apertura del sistema político en el que nuevos y viejos actores alcanzaron un nuevo protagonismo. La alianza de radicales con el centroizquierdista Frepaso le arrebató la presidencia al candidato peronista Eduardo Duhalde en 1999. Pero la descomposición del gobierno de De la Rúa fue rápida y tras la presidencia de Duhalde, el peronismo se dividió en múltiples facciones. La carrera presidencial de 2003 fue definida entre un candidato de la derecha (Menem) y uno de la izquierda del peronismo (Kirchner).

Las experiencias de las últimas dos décadas sugieren que solamente el peronismo es capaz de gobernar el país con un cierto grado de estabilidad. Esto se debe al control que, históricamente, el peronismo ha ejercido sobre el movimiento social y al hecho de que el partido de Perón controla la mayoría de provincias del interior, cuyos gobernadres eligen los candidates legislativos. Hasta mediados de la década de 1980 el peronismo era un partido fundamentalmente obrero. Con la llegada de Menem al poder y las reformas de mercado, el partido se convirtió en un aparato de clientelaje cuya principal base era la provincia de Buenos Aires. Pese a ello, el ala sindical nunca abandonó el partido. Esta forma de gobernar se ha mantenido desde la llegada de los Kirchner, cuyo principal aliado social ha sido la Central General de Trabajadores (CGT). Sin embargo, la derrota en la provincia de Buenos Aires los deja con un pie afuera.

Al igual que en 1997 y 2003, se abre un nuevo período de incertidumbre en el que el juego politico está abierto a diferentes actores. Tras la elección del domingo tres sectores se encuentran en el partidor para 2011. El peronismo está dividido fundamentalmente en dos bandos, los disidentes y el oficialismo. Los primeros son liderados por la alianza de De Narvaez y Macri, y, quizá en menor medida, por el senador Reutemann. La principal carta del oficialismo parece ser Daniel Scioli, gobernador de Buenos Aires y fiel aliado de los Kirchner. Tras la derrota del domingo ha quedado como presidente del partido. La oposición no peronista parece quedar, por ahora, en manos de Cobos.

Ignazio De Ferrari