El pueblo en pie de lucha, Las regiones se levantan, Los conflictos sociales aumentan, frases repetidas en la Asamblea Nacional de los Pueblos en Lima, el último gran cenáculo de la izquierda radical peruana.
En realidad, no suele protestar el pueblo, sino sectores organizados. Las regiones no se levantan, sino los frentes de defensa. Los conflictos sociales no aumentan, sino los conflictos políticos. Esa confusión compensa el desamparo electoral con protagonismo mediático.
Desde la década de 1970 la izquierda radical peruana adopta el pensamiento clasista. El clasismo es una variante nacionalista y antiliberal del marxismo-leninismo que pregona la unidad y confrontación de clase, con huelgas, sabotajes, movilizaciones o violencia callejera, en lugar del diálogo y la negociación, para buscar a toda costa una sociedad igualitaria.
Si se cree que la izquierda radical representa los intereses populares, cuando sus sindicatos u otros gremios protestan, entonces quien realmente protesta es el pueblo.
Por ejemplo, los frentes de defensa. El primer frente surgió en 1966 en Ayacucho por idea de los maoístas. Posteriormente, los moscovitas la copiaron. Bajo la lógica frentista, el pueblo provinciano –mejor dicho, la izquierda radical- está defendiendo sus intereses frente a la “burguesía limeña y su Estado”.
El clasismo es intolerante. Todo individuo o colectivo integrante de sectores populares que no apoya la “protesta del pueblo”, es enemigo de clase, traidor a la patria o colaborador de los “explotadores”. Si hace falta destruir propiedad privada o pública y agredir física o verbalmente a alguien, el pueblo –en realidad, las turbas de izquierda radical- no vacilará en hacerlo. Si hace falta mentir u obligar a la gente para que participe en la protesta, tampoco dudará en hacerlo. Al final, la “protesta popular” –o sea, la protesta bajo parámetros ideológicos de la izquierda radical- es más importante.
De otro lado, se distorsiona la expresión “conflicto social”. En la concepción marxista, sociedad es todo lo ajeno al ámbito estatal. Los conflictos no surgidos dentro del Estado serían sociales. Sin embargo, las sociedades son fuente de tensiones. Como cada individuo o colectivo tiene intereses, son normales los conflictos. Para resolverlos, nacen los tribunales de justicia.
No obstante, cuando involucra al Estado, surge un “conflicto político”, porque todo lo ligado a acción, gobierno o poder estatal es política. Precisión a pelo con la izquierda radical, que exige cambiar políticas públicas de acuerdo con sus preferencias o creencias. Por ejemplo, el Arequipazo (la violenta protesta de 2002 en Arequipa contra la venta de dos empresas estatales de generación eléctrica a un consorcio belga) fue un conflicto político, porque la izquierda radical quería detener políticas que le asquean.
Al margen de demandas justas o no, no hay pueblo protestando violentamente, regiones levantadas ni aumento de conflictos sociales. Es la izquierda radical protestando y levantada, causando conflictos políticos.
Por Gian Carlo Orbezo Salas, columnista invitado