Multiculturalismo, indigenismo y derechos indígenas

Políticas indigenistas

¿Cuál debe ser el papel del Estado frente al fenómeno de la diversidad cultural? Empecemos por echar una mirada a las constituciones latinoamericanas. La constitución aún vigente en Bolivia, la del 2004, empieza con la siguiente definición: “Bolivia, libre, independiente, soberana, multiétnica y pluricultural (…)”. La constitución peruana (de 1993) compromete al Estado a “reconocer” y a “proteger” la pluralidad étnica y cultural del país (artículo segundo). En el artículo 17, la misma constitución insta al Estado a “preservar” las “diversas manifestaciones culturales y lingüísticas del país”. La constitución ecuatoriana (de 1998) habla de “conservar”, “restaurar” y “proteger” el “conjunto de valores y manifestaciones diversas que configuran la identidad nacional, pluricultural y multiétnica” (artículo 62).

En el ámbito de la filosofía destaca la obra del canadiense Will Kymlicka, quien ha dedicado dos libros a la fundamentación de una teoría de derechos especiales destinados a proteger la diversidad cultural . Estos libros son “Liberalism, Community and Culture” (1989) y “Multicultural Citizenship” (1995).

En ellos, Kymlicka presenta una serie de argumentos entre los cuales destaca el siguiente. En el día a día, afirma Kymlicka, una cultura rezagada tiene que hacer esfuerzos adicionales para mantenerse frente a la cultura predominante.

Para ilustrar el caso, Kymlicka recurre a un escenario imaginado por el filósofo Ronald Dworkin: Un barco se hunde y los náufragos se establecen en una isla desierta. Para repartir los recursos que existen sobre la isla (tierra, agua, animales, etc.), los náufragos deciden hacer una subasta y proveer a cada uno con la misma cantidad de dinero expresado en cáscaras de conchas.

Según Dworkin, este método es justo, pues, por un lado, todos tienen el mismo poder adquisitivo y, por el otro, los bienes van a parar a las manos de aquellos que más dinero están dispuestos a gastar, es decir, de aquellos que más interés tienen. Al mismo tiempo, aquellos que terminan con las manos vacías se quedan con el dinero no gastado pudiendo gastarlo en otro producto, uno que les parezca más interesante. Dworkin sostiene que este método asegura la igualdad de recursos (equality of resources).

Kymlicka modifica la historia de los náufragos de la siguiente manera. Ahora son dos los barcos que se hunden, barcos poblados por individuos de diferentes culturas. En el primer barco están los representantes de la cultura A mientras que el segundo alberga a representantes de la cultura B. Los de A son númericamente superiores a los de B. Para repartirse los recursos de la isla, los tripulantes de ambos barcos acuerdan realizar la subasta antes descrita, pero sin llegar a conocerse previamente. Uno puede imaginarse una computadora como interfaz que coordina apuestas anónimas.

Al fin de la subasta y repartidos todos los recursos, los tripulantes que representan a la cultura B (la minoritaria) notan, con sorpresa y espanto, que la mayoría de los recursos han ido a parar a manos de la cultura mayoritaria, es decir, A. Según Kymlicka, B está en evidente desigualdad de condiciones, pues la cultura A se extenderá por toda la isla y controlará la mayoría de recursos mientras que B, siendo minoritaria, va a tener que librar esfuerzos adicionales para preservar su integridad e identidad cultural en un medio dominado por A.

No es que A pretenda perseguir o discriminar a los actores de la cultura B. El problema está en que A, debido a su superioridad númerica, se constituirá inevitablemente como la cultura dominante colocando a los representantes de B en una situación desventajosa. Desventaja que, según Kymlicka, es injusta porque uno no escoge pertenecer a una cultura. Kymlicka compara las desventajas producto de pertenecer a una cultura minoritaria con las desventajas de personas con impedimentos físicos.

En ambos casos, sostiene Kymlicka, es justo reclamar compensaciones para garantizar igualdad de condiciones. Sin embargo, no menciona que hay importantes diferencias entre un caso y el otro. Las compensaciones que se dan a personas con discapacidad tienen como fin remontar las barreras que impiden el acceso a un bien universalmente aceptado. El mismo caso se da cuando hijos de familias pobres reciben un incentivo para acceder a la educación. La pertenencia a una cultura, en cambio, no puede ser vista como un obstáculo a borrar. Al contrario, lo que se busca es la afirmación de aquellas diferencias (Danley 1991, 176-177).

Las particularidades de una cultura, en cambio, carecen de esta universalidad. Es más, son contestables dentro y fuera del grupo que las comparte. Un derecho especial, concebido para perpetuar una cultura y sus características especiales, negaría esta dinámica tratando de inmovilizar lo que, por su misma naturaleza, está sujeto a cambios y críticas. Además, un derecho provee razones para establecer obligaciones las cuales necesitan estar justificadas para poder ser impuestas.

Tomemos como ejemplo la costumbre de la tribu yaminahuara, en la selva peruana, de organizar matrimonios de acuerdo a grados de parentesco entre distitnos clanes (Calderón Pacheco 2000, 244). Uno puede argumentar que esta tradición merece ser protegida para evitar que la cultura de los yaminahuara se “aliene” con elementos que no le son propios. Aquí se entronizaría una definición de lo que es “propio” a costa del derecho de escoger con quién pasar el resto de la vida en relación conyugal. Pero, además del conflicto entre cultura y justicia, no queda claro qué criterios debemos emplear para separar las características supuestamente auténticas de una cultura de aquellas supuestamente inauténticas.

Hace cien años, una encuesta en el mundo occidental probablemente habría encontrado a una mayoría pensando que es parte esencial de la cultura propia que la mujer trabaje en casa, cuidando a los niños y manteniendo el orden doméstico, mientras que ninguna de estas tareas eran vista como atribuibles al hombre. Hoy en día, esta concepción esta siendo duramente criticada y son muchos los que la rechazarían de plano.

Kymlicka trata de evitar estos problemas diferenciando entre características esenciales y accidentales dentro de una cultura. Mientras que las características accidentales pueden cambiar con el tiempo sin afectar a la cultura en cuestión, las características esenciales constituyen el núcleo de una cultura que requiere ser preservado para preservar a la cultura misma. Sin embargo, no queda claro qué criterios deberíamos emplear para distinguir lo uno de lo otro.

Pero aun en el caso hipotético de que tuviéramos tales criterios a nuestra disposición nada garantiza que las características centrales de una cultura merezcan ser preservadas. Es perfectamente concebible que la subordinación de la mujer haya cumplido un rol fundamental dentro de la cultura occidental hasta hace muy poco tiempo. Mucho se ha hablado de las dificultades que los hombres enfrentan actualmente para orientarse en esta nueva situación que los obliga a competir en diversos ámbitos con las mujeres. Los hombres podrían afirmar que los cambios en las últimas décadas hacia la igualdad de género han desestabilizado la identidad masculina despojándola de un paradigma cultural que les asignaba un papel definido.

El ejemplo muestra que las características de una cultura, por más centrales que sean, no necesitan ser justas. Por lo mismo, el siguiente paso consistirá en analizar en qué medida la pertenencia a una cultura sí puede ser considerada un reclamo justo, un derecho básico.

6 thoughts on “Multiculturalismo, indigenismo y derechos indígenas

  1. El articulo esta chevere, solo que parece bien limeno, en otras palabras el seguir viendo al “indigena” de la manera que ves animales cuadno vas al zoologico, osea protegidos con sus 3 comidas diarias detras de las rejas y que te sonrian cuando les digas ver una fotito pa llevarme a mi casa y decir que yo tambien me mesclo con los indigenas, soy un liberal, que tipaso soy.
    El indigena no es un disminuido mental, yo me considero indigena y eso es el Peru, si tienes 3 generaciones viviendo en un Pais, DE HECHO ERES INDIGENA, cual fuera tu color piel, ya es tu cultura, asi te laves con lejia o te compres cremas Maikol jackson , eres indigena, lo indigena es cultural, no racial.
    Ahora depsues de vivir varios anos en el extranjero note algo, lo unico que me hace diferente con los del norte, no llega ni al 1% de mi concepcion moral e intelectual del mundo en otras palabras solo el 1%(y eso exagerando) de mi me hace indigena, EL OTRO 99% ES IGUALITO a un chino un gringo un europeo un indu, etc.
    Aqui hay un tufo segregacional de un grupo de personas que nunca aceptaran que no son europeos olvidades en el ande y que un dia llegara la UE a rescatarlos y con que felicidad se iran de regreso asi les den estatus de segunda clase. no mi gente linda, si ya estas un par de genraciones en un lugar ya eres INDIGENA, asi de simple es, ya si eres huachafo y quieres basar tu vida en ese 1% que te hace diferente (por que te locopias de otra sociedad) que ni si quiera es tu 1% local, ya es cosa tuya.
    El Peru es CHOLASO, cholo blanco, cholo marron, cholo negro, cholo amarillo, cholo violeta, cholo verde, el colro que quieras , pero todititos son cholitos, ES CULTURAL Y ESO NOS HACE INDIGENAS, si, A TODOS.
    El dia que te mires al espejo y digas hoy la haces cholito, ese dia tu sociedad progresa, todo basado en ti, en la unidad, el cambio empieza en la unidad y luego se trasmite al conjunto.

  2. Yo creo que el problema del “indígena andino” y de sus derechos tiene un origen económico e histórico: la destrucción del poder económico y social de las élites quechuas y aymaras luego de las reformas borbónicas de mediados del siglo XVIII y particularmente por las fallidas rebeliones de Condorcanqui y los Angulo, hizo que los indígenas no gozaran de la representación que sí tuvieron los comerciantes criollos luego de la independencia. En otras palabras: ser indígena se convirtió en lo mismo que ser pobre. Ambos factores -pobreza y falta de representación- hicieron que su producción económica y cultural no tuviera el prestigio social que sí acompañó al producto “occidental”: Usar ponchos y bailar huaynos no es lo mismo que comprar jeans y consumir rock’n’roll. Por otra parte, la fragmentación del territorio de la homogénea población andina en 5 estados distintos (Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina) sólo hizo empeorar el panorama: cualquier proyecto andino tiene que facturar la inopia de estos estados: basta recordar lo que sucedió con el proyecto de La Mar y sobre todo con el de Santa Cruz y la Confederación.
    Yo considero que la solución al problema del indio empieza con devolverle su poder económico fortaleciendo la tradicional actividad agrícola. Con la producción se obtiene poder económico, con éste la representación y el prestigio social perdido. Quizá sea esta la vía por la que nuestros logren la tan ansiada como esquiva integración.

  3. El tema de la pluriculturalidad y el reconocimiento de la población índigena, que es la gran mayoría de la población en el Perú, pasa en primer lugar por la valoración social que el Estado debe inferirles en la práctica, pues en la teoría si está estipulado dentro de nuestra Constitución política, y de tratarlos como lo que son: ciudadanos peruanos con todos los derechos cívicos como los tiene una familia de clase media o alta limeña.

    Pues la gran mayoría de los grupos indígenas se sienten excluidos por parte del Estado y la sociedad en su conjunto, lo que genera resentimiento y un afán reinvindicador de la raza índigena peruana.

    Algunos científicos sociales esgrimen que el gran problema social del Perú es el ser un país pluricultural, creo que en el análisis el tema va mucho más alla; alguna vez oí al periodista Cesar Hildebrant decir que, el gran problema del Perú como nación era el no reconocernos como país mestizo, y puso como ejemplo el caso de México, que siempre ha hecho alabanza de ser un país de raza indígena y que gracias a ese espíritu de estirpe luchadora han avanzado económica y socialmente, a comparación de otros países de America Latina como el Perú.

    En términos generales considero que, mientras la sociedad peruana siga conservando ese racismo social que data de la época colonial, y el Estado no reconozca como ciudadanos y les brinde derechos legítimos a los grupos indígenas y reafirme al Perú como sociedad pluricultural, seguiremos teniendo una sociedad excluyente, ahondando mas el resentimiento contra el Estado y los grupos económicos que vienen trabajando en el crecimiento económico del país .

  4. Estoy en desacuerdo con algunas de las opiniones expresadas en este artículo. No sé, por ejemplo, hasta que punto Kymlicka propone los derechos especiales para las minorías culturales como vehículos para la perpetuación de elementos culturales por su valor propio; más bien, creo que se trata de un modo de garantizar igualdad de condiciones en el contexto de la necesidad humana de la pertenencia cultural. Muchos de los seres humanos estamos interesados en mantener nuestra cultura. Para algunos, como los que pertenecemos a una cultura dominante dentro de un país, esto no demanda de mayor esfuerzo. En los casos de las culturas minoritarías, en cambio, sí requiere de recursos. El esfuerzo de Kymlicka, entonces, se trata de garantizar igualdad de condiciones para permanecer a una cultura.
    El tema de la fluidez de las culturas sí representa un problema complejo. Es cierto que las culturas se influyen mutuamente y que no hay cosa como una cultura estática. Sin embargo, esta noción puede ser abusada para cubrir injusticias, como en el caso de personas que “deciden libremente” abandonar su cultura y prioriar la cultura dominante. En casos de adopción de la cultura dominante por cuestiones económicas (por ejemplo, adoptar el idioma dominante para acceder a empleos), ¿podemos hablar de una “libre elección”, especialmente en un contexto histórico de discriminación? No es tan sencillo como que se “elige libremente” a qué cultura pertenecer; en muchos casos, la elección obedece a motivos económicos o políticos.
    De todos modos, es un buen artículo para introducir el tema y las distintas perspectivas; para tratar el tema a profundidad se requeriría de un blog entero. Sería interesante, no obstante, ver cómo se podrían aplicar las teorías de Kymlicka a un país como el Perú. Hace meses, por ejemplo, se discutió el uso del quechua para las intervenciones de congresistas quechuahablantes en el hemiciclo del congreso; no estoy informado si ahora deben hacer sus intervenciones en español o en quechua. Es, creo, un ejemplo que ilustra bien el problema. ¿Los congresistas quechuahablantes tienen que utilizar el español, o pueden usar su lengua materna como todos los demás?

  5. Diego, gracias por el excelente comentario. Permíteme hacer algunas anotaciones.

    1) Entiendo tu preocupación con respecto a mi interpretación de Kymlicka. Ciertamente, Kymlicka no quiere perpetuar todos los rasgos de una cultura, pero sí lo que él considera sus propiedades “esenciales” (esto lo puedes encontrar a partir de la página 166 de su “Liberalism, Community, and Culture”). Pero ¿cuáles son estos rasgos esenciales, cómo separarlos de los no-esenciales? El carácter dinámico de toda cultura, su proceso constante de redefinición y su pluralismo interno hacen que esta separación sea muy difícil de trazar.

    2) Totalmente de acuerdo en que injusticias pueden distorsionar las preferencias culturales a favor de la cultura dominante. En estos casos, las culturas minoritarias merecen compensaciones – no para volver al status quo, pero sí para afirmar y promover valores bajo condiciones actuales.

    En el artículo he defendido una posición a favor de la diversidad de oportunidades. La educación bilingüe es un buen ejemplo. En vez de confrontar una cultura con la otra, los alumnos que aprenden dos idiomas (castellano, quechua) por igual tienen la oportunidad de moverse en ambos mundos y esto los pone en una excelente situación para decidir qué camino seguir.

    Muchos saludos,
    Bernd

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