Multiculturalismo, indigenismo y derechos indígenas

La diversidad cultural es un hecho en casi todos los países del mundo. En Latinoamérica, especialmente en los países andinos, tal situación es especialmente pronunciada. Los ciudadanos mal o bien llamados indígenas representan un porcentaje notable en México, Ecuador, Bolivia y Perú, pero al mismo tiempo enfrentan graves obstáculos en el acceso a los bienes y derechos considerados básicos. Nuestro tema del mes de mayo se dedica, en su primera parte, a explorar el término indígena, cuestionando su utilidad para entender la realidad social andina. La segunda parte tiene como propósito analizar, desde la perspectiva de la filosofía del derecho, el concepto de derechos básicos y el rol de la pertenencia cultural.

¿Qué significa ser índigena?

El término indígena reviste tal grado de complejidad que se hace difícil encontrar una definición unitaria y a la vez satisfactoria. La palabra viene del latín indigena que significa nativo, es decir, originario de un determinado lugar. El indígena puede, entonces, ser entendido como aquel que tiene fuertes y antiguos lazos con el lugar donde vive. Por lo mismo es tentador definir lo indígena exclusivamente de acuerdo a criterios objetivos tales como idioma, tradiciones, territorio y ascendencia. Pero el uso común del término demuestra que el asunto no es tan simple.

Mientras que en Bolivia y Ecuador existen grandes movimientos que se denominan indígenas, en el Perú el término indígena tiene un significado mayoritariamente peyorativo y, con excepción de las zonas amazónicas, son pocos los que se autodenominan de este modo (Tubino 2006). En Perú, la población rural quechuahablante o aimara se hace llamar campesina enfatizando de esta manera su rol agricultor. Por lo pronto, los criterios usados en el lenguaje común para definir quién es indígena no son solamente objetivos, sino también subjetivos. Ser indígena implica asumir un rol, una identidad que como tal necesita ser construida desde el sujeto en su interacción con el entorno.

Existe, entonces, el peligro de que lo indígena resulte siendo, paradójicamente, un concepto foráneo, impuesto por un sector nacional sobre una población que nunca se identificó como tal. Esa es la tesis de Mirko Lauer con respecto al Perú de la primera mitad del siglo XX. En su libro Andes Imaginarios, Lauer analiza el movimiento indigenista que se dio en el Perú en aquella época. Lo divide en dos componentes separables, el político y el cultural.

Mientras el indigenismo político (con José Carlos Mariátegui como su principal figura) careció de unidad, siendo paulatinamente “cooptado” por las distintas ideologías políticas de aquella época, el indigenismo cultural sí puede ser entendido como un movimiento propiamente dicho (Lauer 1999, 33-38). Este indigenismo (representado por el pintor José Sabogal y el escritor Ciro Alegría, entre otros) fue una “construcción criolla” cuya misión consistió en “restablecer la continuidad desde una cultura marcada por la ruptura” (ibíd., 84), “presentar lo indígena como algo funcional a la nacionalidad” (ibíd., 92).

Lauer se abstiene de calificar esta perspectiva como algo bueno o malo. Después de todo, estamos hablando de expresiones culturales, no políticas. Pero sí hace notar las distorsiones que el indigenismo cultural significó:

¿Existió un hombre autóctono indigenizable desde la cultura criolla? El indigenismo-2 [el indigenismo cultural] no ha presentado esa realidad; la construcción que hizo en el intento de presentarla no resiste la prueba de las ciencias sociales y, mucho más importante, las de la experiencia y las del sentimiento. El impedimento es que estamos ante una petición de principio: hay gente que no es criolla y hay culturas autóctonas, por tanto existe lo indígena. Frente a eso el discurso del indigenismo-2 postuló en los hechos que lo que le faltaba a la nacionalidad no era un acto de conocimiento teórico por definición -conocer lo autóctono-, sino un acto práctico: crear y recrear una versión del hombre autóctono, aun sin necesidad de conocerlo.

Esta distorsión se puede apreciar, por ejemplo, en la superficialidad del paisaje en los cuadros de Sabogal o en la novela El mundo es ancho y ajeno, de Alegría (ibíd., 59-85). También se manifiesta, según Lauer, en el rol tan sólo marginal asignado a lo incaico (87-106).

6 thoughts on “Multiculturalismo, indigenismo y derechos indígenas

  1. El articulo esta chevere, solo que parece bien limeno, en otras palabras el seguir viendo al “indigena” de la manera que ves animales cuadno vas al zoologico, osea protegidos con sus 3 comidas diarias detras de las rejas y que te sonrian cuando les digas ver una fotito pa llevarme a mi casa y decir que yo tambien me mesclo con los indigenas, soy un liberal, que tipaso soy.
    El indigena no es un disminuido mental, yo me considero indigena y eso es el Peru, si tienes 3 generaciones viviendo en un Pais, DE HECHO ERES INDIGENA, cual fuera tu color piel, ya es tu cultura, asi te laves con lejia o te compres cremas Maikol jackson , eres indigena, lo indigena es cultural, no racial.
    Ahora depsues de vivir varios anos en el extranjero note algo, lo unico que me hace diferente con los del norte, no llega ni al 1% de mi concepcion moral e intelectual del mundo en otras palabras solo el 1%(y eso exagerando) de mi me hace indigena, EL OTRO 99% ES IGUALITO a un chino un gringo un europeo un indu, etc.
    Aqui hay un tufo segregacional de un grupo de personas que nunca aceptaran que no son europeos olvidades en el ande y que un dia llegara la UE a rescatarlos y con que felicidad se iran de regreso asi les den estatus de segunda clase. no mi gente linda, si ya estas un par de genraciones en un lugar ya eres INDIGENA, asi de simple es, ya si eres huachafo y quieres basar tu vida en ese 1% que te hace diferente (por que te locopias de otra sociedad) que ni si quiera es tu 1% local, ya es cosa tuya.
    El Peru es CHOLASO, cholo blanco, cholo marron, cholo negro, cholo amarillo, cholo violeta, cholo verde, el colro que quieras , pero todititos son cholitos, ES CULTURAL Y ESO NOS HACE INDIGENAS, si, A TODOS.
    El dia que te mires al espejo y digas hoy la haces cholito, ese dia tu sociedad progresa, todo basado en ti, en la unidad, el cambio empieza en la unidad y luego se trasmite al conjunto.

  2. Yo creo que el problema del “indígena andino” y de sus derechos tiene un origen económico e histórico: la destrucción del poder económico y social de las élites quechuas y aymaras luego de las reformas borbónicas de mediados del siglo XVIII y particularmente por las fallidas rebeliones de Condorcanqui y los Angulo, hizo que los indígenas no gozaran de la representación que sí tuvieron los comerciantes criollos luego de la independencia. En otras palabras: ser indígena se convirtió en lo mismo que ser pobre. Ambos factores -pobreza y falta de representación- hicieron que su producción económica y cultural no tuviera el prestigio social que sí acompañó al producto “occidental”: Usar ponchos y bailar huaynos no es lo mismo que comprar jeans y consumir rock’n’roll. Por otra parte, la fragmentación del territorio de la homogénea población andina en 5 estados distintos (Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina) sólo hizo empeorar el panorama: cualquier proyecto andino tiene que facturar la inopia de estos estados: basta recordar lo que sucedió con el proyecto de La Mar y sobre todo con el de Santa Cruz y la Confederación.
    Yo considero que la solución al problema del indio empieza con devolverle su poder económico fortaleciendo la tradicional actividad agrícola. Con la producción se obtiene poder económico, con éste la representación y el prestigio social perdido. Quizá sea esta la vía por la que nuestros logren la tan ansiada como esquiva integración.

  3. El tema de la pluriculturalidad y el reconocimiento de la población índigena, que es la gran mayoría de la población en el Perú, pasa en primer lugar por la valoración social que el Estado debe inferirles en la práctica, pues en la teoría si está estipulado dentro de nuestra Constitución política, y de tratarlos como lo que son: ciudadanos peruanos con todos los derechos cívicos como los tiene una familia de clase media o alta limeña.

    Pues la gran mayoría de los grupos indígenas se sienten excluidos por parte del Estado y la sociedad en su conjunto, lo que genera resentimiento y un afán reinvindicador de la raza índigena peruana.

    Algunos científicos sociales esgrimen que el gran problema social del Perú es el ser un país pluricultural, creo que en el análisis el tema va mucho más alla; alguna vez oí al periodista Cesar Hildebrant decir que, el gran problema del Perú como nación era el no reconocernos como país mestizo, y puso como ejemplo el caso de México, que siempre ha hecho alabanza de ser un país de raza indígena y que gracias a ese espíritu de estirpe luchadora han avanzado económica y socialmente, a comparación de otros países de America Latina como el Perú.

    En términos generales considero que, mientras la sociedad peruana siga conservando ese racismo social que data de la época colonial, y el Estado no reconozca como ciudadanos y les brinde derechos legítimos a los grupos indígenas y reafirme al Perú como sociedad pluricultural, seguiremos teniendo una sociedad excluyente, ahondando mas el resentimiento contra el Estado y los grupos económicos que vienen trabajando en el crecimiento económico del país .

  4. Estoy en desacuerdo con algunas de las opiniones expresadas en este artículo. No sé, por ejemplo, hasta que punto Kymlicka propone los derechos especiales para las minorías culturales como vehículos para la perpetuación de elementos culturales por su valor propio; más bien, creo que se trata de un modo de garantizar igualdad de condiciones en el contexto de la necesidad humana de la pertenencia cultural. Muchos de los seres humanos estamos interesados en mantener nuestra cultura. Para algunos, como los que pertenecemos a una cultura dominante dentro de un país, esto no demanda de mayor esfuerzo. En los casos de las culturas minoritarías, en cambio, sí requiere de recursos. El esfuerzo de Kymlicka, entonces, se trata de garantizar igualdad de condiciones para permanecer a una cultura.
    El tema de la fluidez de las culturas sí representa un problema complejo. Es cierto que las culturas se influyen mutuamente y que no hay cosa como una cultura estática. Sin embargo, esta noción puede ser abusada para cubrir injusticias, como en el caso de personas que “deciden libremente” abandonar su cultura y prioriar la cultura dominante. En casos de adopción de la cultura dominante por cuestiones económicas (por ejemplo, adoptar el idioma dominante para acceder a empleos), ¿podemos hablar de una “libre elección”, especialmente en un contexto histórico de discriminación? No es tan sencillo como que se “elige libremente” a qué cultura pertenecer; en muchos casos, la elección obedece a motivos económicos o políticos.
    De todos modos, es un buen artículo para introducir el tema y las distintas perspectivas; para tratar el tema a profundidad se requeriría de un blog entero. Sería interesante, no obstante, ver cómo se podrían aplicar las teorías de Kymlicka a un país como el Perú. Hace meses, por ejemplo, se discutió el uso del quechua para las intervenciones de congresistas quechuahablantes en el hemiciclo del congreso; no estoy informado si ahora deben hacer sus intervenciones en español o en quechua. Es, creo, un ejemplo que ilustra bien el problema. ¿Los congresistas quechuahablantes tienen que utilizar el español, o pueden usar su lengua materna como todos los demás?

  5. Diego, gracias por el excelente comentario. Permíteme hacer algunas anotaciones.

    1) Entiendo tu preocupación con respecto a mi interpretación de Kymlicka. Ciertamente, Kymlicka no quiere perpetuar todos los rasgos de una cultura, pero sí lo que él considera sus propiedades “esenciales” (esto lo puedes encontrar a partir de la página 166 de su “Liberalism, Community, and Culture”). Pero ¿cuáles son estos rasgos esenciales, cómo separarlos de los no-esenciales? El carácter dinámico de toda cultura, su proceso constante de redefinición y su pluralismo interno hacen que esta separación sea muy difícil de trazar.

    2) Totalmente de acuerdo en que injusticias pueden distorsionar las preferencias culturales a favor de la cultura dominante. En estos casos, las culturas minoritarias merecen compensaciones – no para volver al status quo, pero sí para afirmar y promover valores bajo condiciones actuales.

    En el artículo he defendido una posición a favor de la diversidad de oportunidades. La educación bilingüe es un buen ejemplo. En vez de confrontar una cultura con la otra, los alumnos que aprenden dos idiomas (castellano, quechua) por igual tienen la oportunidad de moverse en ambos mundos y esto los pone en una excelente situación para decidir qué camino seguir.

    Muchos saludos,
    Bernd

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