Después de la tormenta, llega la calma a la región andina

La reciente crisis desatada entre los países andinos nos remite a pensar en una serie de temas que se entrelazan de distintas maneras y que deben ser considerados y analizados para asegurar la paz y prosperidad de la región no sólo ahora – que entre abrazos y apretones de manos parecen estar de vuelta – sino en los años por venir.

El terrorismo interno, el narcotráfico, la violación de la soberanía de un Estado, alianzas económicas, lazos escondidos y politiquería en la más pura de sus formas. Intereses nacionales que colindan, a veces parece, irreconciliablemente. El siguiente artículo explora las posiciones defendidas por los Estados involucrados al estallar la crisis, y las soluciones que se han encontrado diplomáticamente para reconciliarlas, al menos por el momento.

Colombia, la lucha interna

Según el grupo de expertos de Alto Nivel sobre las Amenazas, los Desafíos y el Cambio, nombrado por el Secretario General de las Naciones Unidas, un acto terrorista es:

Cualquier acto… destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a un no combatiente, cuando el propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar una acción o abstenerse de hacerla.

Un grupo terrorista es, en consiguiente, aquel que comete actos terroristas.

Sin duda alguna, el gobierno colombiano – contando con las pruebas necesarias del caso – califica públicamente a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia como un grupo terrorista. Esta calificación, tras el análisis de los hechos, no es única al gobierno colombiano.

Entre otros, la organización de la sociedad civil dedicada a la protección de los derechos humanos, Human Rights Watch, reconoce como parte de las actividades de las FARC crímenes como el secuestro y asesinato de civiles, el uso de armas indiscriminadas, la toma de rehenes, el reclutamiento de niños soldados, entre otros.

El propio Raúl Reyes, segundo de las FARC, tenía circular roja de la INTERPOL, 14 condenas y 121 procesos penales poscrímenes de lesa humanidad tales como masacres, homicidios, secuestros y terrorismo. La violencia interna en Colombia ha causado la muerte de miles de personas a lo largo de los años. Demás están las palabras ya que los hechos hablan por sí solos.

Sin embargo, y a pesar de la entendible dificultad para el gobierno colombiano de tratar de combatir un grupo interno narcoterrorista cuando éste mantiene cuestionables alianzas con sus vecinos, Colombia violó el principio básico sobre el cual se sustentan las relaciones internacionales: la no intervención.

Los artículos 15, 19, 21 y 28 de la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA) (http://www.oas.org/juridico/spanish/carta.html), documento por el que se rige dicho organismo multilateral y del que todos los países de la región son miembros, establecen claramente la prohibición de un Estado de intervenir en los asuntos de otro Estado, la inviolabilidad del territorio de todos los Estados Miembros y la condena como “acto de agresión” en caso esto ocurra.

En la resolución CP/RES. 930 (1632/08) (http://www.oas.org/consejo/sp/resoluciones/res930.asp), que fue negociada por los Estados Miembros del organismo político en respuesta a la crisis, se reconoce la violación de Colombia a la soberanía de Ecuador. Sin embargo, no se le condena directamente. Correa insiste que si bien este ha sido un paso importante en la resolución del conflicto, y considerando que el gobierno de Colombia ha pedido disculpas públicas por este hecho, no es suficiente.

Ecuador, no se deja

El gobierno de Ecuador, como era natural, condenó fehacientemente la intromisión del ejército colombiano en su territorio, sin previo aviso ni consentimiento. En los primeros días de crisis y previo al apretón de manos, Correa afirmó estar dispuesto a ir “hasta las últimas consecuencias” para que este hecho sea condenado públicamente por la comunidad internacional.

Además, el presidente ecuatoriano exigió que Colombia cese de acusar a su gobierno de mantener vínculos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Las acusaciones de Uribe fueron graves al denunciar tener pruebas que confirmarían comunicaciones existentes entre un Ministro de Estado de Ecuador y el ahora difunto Raúl Reyes, segundo de las FARC. A pesar de la necesidad de verificar rigurosamente esta acusación, el hecho concreto es que nadie ha explicado claramente por qué ni cómo se había logrado establecer un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano.

Venezuela, siempre presente

Venezuela, para sorpresa de pocos, tomó un papel protagónico en la crisis reaccionando a los hechos de manera bastante más pronunciada que los demás Estados de la región. Como país vecino, su labor, en aras de recuperar la paz y estabilidad, debería ser la de un mediador para llegar a acuerdos. Sin embargo, el Presidente Hugo Chávez – sobretodo al inicio de la crisis – no dudó en saltar del plano diplomático al personal con insultos y acusaciones al Presidente Uribe.

Si a esto sumamos que Chávez ha dicho muchas veces públicamente que le hagan el favor de no referirse a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia como un grupo terrorista, y que tras la muerte de Reyes Chávez lo llamó “Buen Revolucionario” y pidió un minuto de silencio al pueblo venezolano en su nombre, la confrontación era inevitable.

Y de pronto, vuelve el amor

El paso inicial para la resolución del conflicto se dio, oportunamente, en el seno del cuerpo político de la región. La resolución de la OEA ha tomado dos acciones que pretenden avanzar en aclarar las raíces del conflicto de manera pacífica. Primero, se ha constituido una Comisión encabezada por el Secretario General e integrada por cuatro embajadores designados por éste, para que visite ambos países recorriendo los lugares que las partes le indiquen, produzca un informe que sea elevado a la Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores y proponga fórmulas de acercamiento entre ambas naciones. La segunda medida es la convocatoria de dicha Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores para el lunes 17 de marzo de 2008, en la sede de la OEA, con el fin de que examine los hechos y formule las recomendaciones pertinentes.

Estas medidas, si bien fundamentales para aclarar los hechos ocurridos, han perdido su carácter de urgencia tras la súbita paz que se alcanzó en la XX Cumbre del Grupo de Río celebrada el 7 de marzo en Santo Domingo. El encuentro empezó con la tensión que era de esperarse y los ataques públicos que lamentablemente dejan mucho que desear sobre la seriedad de la política en la región. Sin embargo, tras la pertinente intervención de otras autoridades en aras de recuperar la paz y diplomacia, el espíritu de la reunión dio un giro trascendental.

Correa, desde una posición menos dura a la esperada, planteó que para superar la crisis el gobierno colombiano pida disculpas “claras” y sin ambigüedad y que ofrezca garantías de que los hechos no se repitan. Uribe, repentinamente dispuesto a ceder, accedió al pedido de Ecuador recalcando que lo hacía porque era un hombre sin egos y que asumía sus responsabilidades. Más rápido de lo esperado, Correa indicó que daba por cerrado el conflicto con las excusas explícitas de Uribe y la promesa de que no habrá una repetición de lo ocurrido en la frontera. Seguidamente, Chávez y Ortega se unieron al espíritu de paz estrechando la mano con su reciente enemigo, Álvaro Uribe.

Próxmos capítulos

La solución repentina del conflicto es, sin duda alguna, beneficiosa para la estabilidad y prosperidad tanto de gobernantes como de la sociedad civil en la región. Las circunstancias, sin embargo, dejan claro que tal vez existen más entretelones políticos que los que nosotros, con la información que recibimos a través de los medios de comunicación, podemos imaginar.

Como sociedad civil es nuestra responsabilidad tomar parte activa en la política de nuestra región para exigir transparencia y seriedad en las decisiones que tomen nuestros gobernantes. Debemos hacer nuestro mayor esfuerzo conjunto para promover la paz y el desarrollo, impulsando a nuestras autoridades a tomar decisiones pensando en sus pueblos y no en sí mismos.

Hoy la situación interna de Colombia es dura y con pocas salidas claras. La explosiva combinación de narcotráfico y terrorismo ha dado pie a una guerrilla que empieza a desestabilizar las relaciones políticas y económicas entre los Estados de la región, y es fundamental tomar acción al respecto para evitar esta tendencia. Las FARC, punto neurálgico del reciente conflicto, no asumen su responsabilidad discutiendo cara a cara sobre la mesa. Esperemos que nuestros líderes tengan el calibre necesario para recordar quién es el principal causante de violencia en esta batalla, y no seguir cayendo en oposiciones que solo dificultan más la cooperación por objetivos comunes entre ellos.

Mariana Costa

Fuentes:
Fuente: http://www.un.org/spanish/secureworld/
http://www.hrw.org/spanish/informes/2001/farc.html
http://www.oas.org/consejo/sp/resoluciones/res930.asp
BBC Mundo
El Comercio

Imagen:
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