Debate de sucesión


Hace tres años era sólo una advertencia. Hoy, la idea del recambio se va convirtiendo en una realidad ineludible. En la semana previa al Día de la Fraternidad, fue el propio García el que reabrió el debate de sucesión. ¿Quién será el elegido? Jorge del Castillo parte con ventaja.

Hace tres años, en el Día de la Fraternidad, el APRA vivía horas difíciles. El presidente del partido y por entonces lider de la oposición, Alan García, registraba altos niveles de desaprobación y las perspectivas para la campaña electoral que se avecinaba no lo favorecían. Ese 17 de febrero, en su discurso ante sus correligionarios, García ofrecía renunciar a su candidatura si lograba concretarse una alianza de todos los partidos democráticos.

Al día siguiente, en Trujillo, cuna del aprismo, García advertía que su partido debía ir desprendiéndose de su liderazgo. Por esos días, el debate político giraba en torno al futuro político de García y de su partido. ¿Estaría el APRA realmente al borde del recambio? ¿Sería viable el APRA electoral sin García a la cabeza?

García sabía, en el fondo, que un frente electoral multipartidario con participación aprista sería dificilmente viable, de modo que su propuesta obedecía más a la estrategia política que a una verdadera voluntad frentista. La historia es reciente; el APRA acudió solo a las elecciones y, tras una brillante campaña, García volvió a Palacio de Gobierno.

El recambio, ¿ahora sí?

Hace tres años era sólo una advertencia. Hoy, la idea del recambio se va convirtiendo en una realidad ineludible. En la semana previa al Día de la Fraternidad, fue el propio García el que reabrió el debate de sucesión, una vez más en Trujillo. Ante un abarrotado auditorio de dirigentes apristas, García habló de las perspectivas del APRA en el 2011 y de las posibilidades de que su partido repita el plato ese año. A los gritos de “Alan reelección”, García respondió posteriormente que no hablaba en términos personales, sino que aludía al partido (fuente: El Comercio).

El Ministro del Interior, Luis Alva Castro, le tomó la posta al presidente y propuso la candidatura del premier Jorge del Castillo de quien dijo “podría ser el próximo presidente del Perú”. Sin embargo, el supuesto beneficiario de tan ilustre auspicio fue el primero en rechazar la noción de una candidatura. No hay razón para suponer que la candidatura no le agrade, pero el desgaste de una candidatura precoz y las criticas de uso de los programas sociales con fines políticos parecen invitar al premier a la cautela.

Si el APRA pretende, como desea el presidente, repetir faena con candidato propio en el 2011, el único que parece tener posibilidades es, por descarte, Del Castillo. Si bien el premier destaca más por sus abilidades en una mesa de negociación que por su carisma – fue, en definitiva, un balconazo del joven García en 1986 lo que le permitió ganar la única elección a un cargo ejecutivo a la que ha postulado –, ninguno de sus rivales intrapartidarios parece superarlo en simpatía y, para lograr consensos, no hay nadie como él en Alfonso Ugarte. Ni siquiera el propio García.

En los últimos seis meses, Del Castillo parece haberse consolidado como número dos en el partido. Cabanillas dejó la presidencia del Congreso en julio y se ha perdido en la intrascendencia. Alva Castro ha tenido una gestión opaca en el Ministerio del Interior que ha incluido repetidas amenazas de censura. La Presidencia del Congreso, la plaza más difícil, no le ha permitido despuntar a Gonzáles Posada.

Ha sido, curiosamente, a Mulder, vapuleado hasta hace poco por los funestos resultados electorales de noviembre de 2006, al que mejor le ha ido en los últimos tiempos. Y ayer, en el Día de la Fraternidad, el secretario general tuvo su turno.

Mulder, el izquierdista

Alejado de la conducción del partido, el presidente Alan García cedió la palestra al secretario general, Mauricio Mulder, que, en el cierre de la jornada de fraternidad aprista, pudo darse un baño de calor popular. Y que mejor, en su caso, que las palmas de los abnegados compañeros.

A Mulder, el más díscolo de los dirigentes apristas de primera línea, seguramente le hubiera gustado referirse, en sus minutos de gloria, al cumplmiento de algunas promesas de campaña destinadas a los sectores populares, como el cierre de los services, o la eliminación de la renta básica de telefonía fija, o el impuesto a las sobreganancias mineras o, quizá, al derecho a la negociación colectiva por parte de los sindicatos. Pero se tuvo que conformar, con resignación, a lanzar expresiones tan vacías como que, en este gobierno, el capital privado respeta “a los trabajadores y el medio ambiente” o “tenemos el corazón hacia la izquierda y creemos en la justicia social”.

Esta última frase, más que una reafirmación ideológica, pareció una confesión sincera y a titulo personal de quien ve cómo, ante sus propios ojos, se produce un viraje definitivo. Más de uno habrá pensado, no sin cierto cinismo, que “tendremos el corazón a la izquierda, pero gobernamos con la mano derecha”. Y es que, a estas alturas, los origenes izquierdistas sólo permanecen en el recuerdo de un puñado de lideres y de las reliquias del partido, como Armando Villanueva.

A la derecha hay sitio

El viraje parece, en efecto, definitivo. El APRA ha hecho en este año y medio de gobierno lo que no se atrevió a hacer ni en los tiempos de oposición a Toledo, ni durante la campaña electoral de 2006. No es difícil encontrar razones para esta transformación. Una es que es más fácil hacer oposición que gobernar, de modo que como rivales del toledismo gobernante había que criticar el modelo económico. Ya en el gobierno, García entendió lo difícil que era gravar las sobreganancias mineras u oponerse al Tratado de Libre Comercio (TLC) del que había amenazado retirar la firma de Toledo. En realidad, su discurso había cambiado entre la primera y la segunda vuelta porque para ganar necesitaría pedirle prestados sus votos a la derecha.

García parece decidido a cambiarle el rostro a su partido, al que quiere instalar en la senda de la socialdemocracia reformada. Un camino por el que han transitado la mayoría de las socialdemocracias europeas – no sin traumas en algunos casos – y algunos antiguos marxistas sudamericanos como los socialistas chilenos, los laboristas de Lula en Brasil o el Frente Amplio de Tabaré en Uruguay.

Lo que permanece aún incierto es hacia dónde exactamente quiere llevar García al partido. El Día de la Fraternidad hubiera sido la ocasión ideal para esclarecer esa incógnita. Sucede que en sus proyectos persiste una buena dosis de populismo, como se hizo evidente en los últimos días con la propuesta del tercio superior, que dió pie a violentas protestas. No parece haber un proyecto ideológico alternativo coherente, solamente un abandono de las viejas banderas.

¿Qué implicancias tiene este viraje para la sucesión? Significa, en definitiva, que el premier Del Castillo parte con ventaja frente a sus rivales internos. Ante la ausencia de una figura joven destacada, como lo era García cuando ganó la secretaría general en 1982, es difícil imaginarse otra candidatura que la de Del Castillo. Hay que recordar que tanto Alva Castro como Cabanillas ya fueron candidatos derrotados, el primero más dignamente que la segunda.

Queda un escenario alternativo sobre el que se vienen tejiendo conjeturas y sobre el cual el presidente no habla. García decide en el 2011 presentar a una figura externa, indudablemente de la derecha. Se trataría de un ejecutivo como el alcalde limeño, Luis Castañeda o, preferentemente, el presidente regional del Callao, Alex Kouri, con quien ya mantiene una alianza tácita.

Un comentario final. Es sabido que el APRA ha hecho virajes estratégicos e ideológicos similares en el pasado. La alianza de Haya de la Torre con sus antiguos perseguidores odriístas en la década de 1960, desafió la lógica y años después obligó a los apristas a realizar un verdadero ejercicio de contrición. De ese ejercicio surgió la primera versión de Alan García, la del joven heterodoxo e irresponsable.

Ignazio De Ferrari

Fuente de la foto: www.elmundo.es