Participación y responsabilidad individual
Antes de terminar quisiera ahondar en el tema de la participación ciudadana y su importancia. Estlund nos confronta con el siguiente caso (Estlund 2008, 105-106): Imaginemos una pila de 1,000 cartas. Cada carta contiene aserciones morales sobre las cuales no tenemos una opinión determinada. Por alguna razón (no importa cuál sea esa razón) sabemos que todas las 1,000 aserciones morales son ciertas.
Ahora nos toca tomar una carta cualquiera. La carta dice: “El suicidio asistido por un médico es, a veces, permisible”. Sabemos que la aserción es moralmente correcta y, sin embargo, no está claro si eso basta para aceptarla. Pareciera que en cuestiones morales la autonomía personal, es decir, el hecho de que la razón sea mi razón, juega un papel importante. Para que una casa esté bien construida no necesito estar al tanto del cómo y por qué de los distintos métodos y cálculos de construcción – basta la certeza de que estoy haciendo lo correcto.
En temas morales, en cambio, no basta con hacer lo que debemos hacer. También importa la motivación personal. No es lo mismo salvar a alguien del mar para impresionar a mis amigos que hacerlo motivado por un auténtico deseo de salvarlo. Las normas morales imponen un grado de responsabilidad mayor, más exigente.
Pienso que es este nivel superior de exigencia el que explica por qué uno no se puede contenta con saber que una aserción moral es cierta. Hace falta conocer las razones para entender por qué se trata de algo moralmente correcto y para poder asumirlo como una responsabilidad propia.
En política, muchas veces nos vemos confrontados con este tipo de decisiones morales. La autoridad, en tanto sea más capaz de resolver problemas que nosotros, nos puede ayudar a llegar a las conclusiones correctas. Esa es la idea de la autoridad: que nos sirva para hacer las cosas mejor. Para lograrlo es necesario dejarle cierto nivel de autonomía a los que más saben. Pero al mismo tiempo no podemos desentendernos de nuestra responsabilidad ciudadana. El gobierno legítimo es gobierno para sus ciudadanos. Para que esta condición se cumpla es necesario ahondar en un modelo que formule la relación entre la autoridad y sus sujetos de forma bilateral y dinámica.
Conclusión
Empezamos este artículo diciendo que la democracia es un término poco transparente. Este tema del mes tuvo como propósito esclarecer los distintos significados del término democracia, sus problemas y sus potenciales. Al final terminamos proponiendo un modelo que busca establecer una relación complementaria entre un gobierno de expertos y una ciudadanía participante y fiscalizadora.
Mientras que Estlund justifica la democracia desde una perspectiva epistémica, nosotros también hemos abogado por una justificación moral. Por un lado, los ciudadanos deben tener información vital sobre las actividades de sus autoridades para tener una razón para apoyarlas. Por otro lado, los ciudadanos deben tener la posibilidad de asumir las responsabilidades políticas como sus propias responsabilidades, especialmente cuando se trata de temas morales.
El tema de la democracia es un tema complejo y los argumentos presentados acá no son, por supuesto, la última palabra ni mucho menos. Ojalá este sea el comienzo de una discusión larga y fructífera sobre un tema que merece mucha más atención.
Quisiera terminar este artículo notando algunos retos. La realización de elecciones es la parte más visible de la democracia, pero de ninguna manera puede ser suficiente. Para lograr una participación amplia, comprometida y bien informada, es necesario contar con una sociedad civil fuerte. También es necesario un gobierno comprometido con proveer información clara y transparente y dispuesto a escuchar las demandas de la ciudadanía. Al final queda la esperanza de que la mayoría sabrá distinguir argumentos buenos de argumentos malos, imponiéndose de esta manera aquel argumento que tenga el mayor poder de persuasión racional.
Nada de esto es imposible, y algo estamos avanzando en el Perú. Pero el reto siempre estará allí.
Por Bernd Krehoff
(1) Un valor epistémico es un valor relativo al conocimiento. Un ejemplo: La teoría jurídica suele asignar gran valor epistémico a las declaraciones de un testigo presencial de los hechos pues asume que este testigo tiene conocimiento de primera mano sobre los hechos.
Bibliografía:
Estlund, David 2008: Democratic Authority. A Philosophical Framework. Princeton: Princeton University Press.
Raz, Joseph 1986: The Morality of Freedom. Oxford: Oxford University Press.
Raz, Joseph 1990: Practical Reason and Norms. Princeton: Princeton University Press.
Imagen tomada de: www.estamosnamerda.blogspot.com