La Argentina de los Kirchner

Los Kirchners

Diez días después del amplio triunfo de Cristina Fernández en las elecciones presidenciales argentinas, la gran incógnita parece ser si el futuro gobierno de la primera presidenta electa de los argentinos será tan sólo una continuidad de la gestión de su esposo o si en los próximos cuatro años intentará desarrollar una agenda distinta a la que marcó la primera etapa de la era Kirchner. Pero los argentinos no sólo se preguntan si habrá o no cambios y en qué cantidad. La cuestión de fondo es cuánto cambio es necesario.

A primera vista, el gobierno que ha liderado Néstor Kirchner muestra un record envidiable. En los cuatro años de gestión kirchnerista, la economía argentina ha crecido a un ritmo del 8% anual y se ha logrado reducir la pobreza y el desempleo a la mitad (The Economist 18/10/07). Sin embargo, Kirchner no puede reclamar todo el crédito por la recuperación económica. El crecimiento se ha debido, en gran medida, al alto precio de los productos agrícolas, que representan el grueso de las exportaciones del país. Además, el presidente heredó de la gestión anterior a un competente ministro de economía, Roberto Lavagna, que pese a su buena gestión, fue desembarcado del gobierno en 2005, luego de que el presidente y sus aliados lograran hacerse del control de las dos cámaras del Congreso.

Según el semanario británico The Economist, la salida del prudente Lavagna ha abierto la puerta al populismo y a la inflación. Sólo en el último año, el gasto del gobierno central ha crecido en un 48%. A Kirchner se lo acusa de combatir la pobreza con programas sociales asistencialistas que contribuyen al aumento desmedido del gasto público. El gobierno ha hecho frente a la inflación (9% según cifras oficiales) con medidas heterodoxas como controles de precio en algunos servicios como la energía. Y debido a la falta de inversión en el sector energético a raíz de la política impulsada por el gobierno, se han producido cortes ocasionales en el suministro.

La flamante presidenta electa enfrenta en definitiva tres grandes desafíos no del todo compatibles bajo el esquema actual: continuar la lucha contra la pobreza, garantizar la seguridad jurídica a los inversionistas y hacer frente a la inflación galopante. La pregunta inicial – cuánto cambio es necesario – parece responderse por sí sola. En ese sentido, la elección de Cristina Fernández para continuar el proyecto kirchnerista respondería, según una primera línea interpretativa, a la necesidad de hacer reformas en el modelo que el presidente saliente no se atrevería a hacer. Sin embargo, hay quienes prefieren suscribir la tesis de que los cambios serán en todo caso más de tipo cosmético, en acorde con la nueva imagen presidencial.

Los defensores de la segunda tesis ponen como ejemplo la última campaña electoral. En vez de aprovechar la oportunidad, ante una victoria casi segura, de preparar a los argentinos para los ajustes (relajo del control de precios, por ejemplo), Fernández mantuvo un silencio alarmante con apariciones públicas esporádicas.

Por otro lado, sí se esperan algunos cambios en la política exterior con el ingreso de Fernández a la Casa Rosada. A diferencia de su esposo que relegó la política exterior a un segundo plano, los analistas sostienen que entre las prioridades de Fernández se ubican las relaciones con los Estados Unidos y con Europa. El principal interlocutor de Kirchner en la arena internacional fue el presidente venezolano Hugo Chávez, quien compró bonos argentinos por más de cinco billones de dólares y con quien compartió parte de la crítica al gobierno de George W. Bush. De Fernández se dice que tiene una visión más global, como indican sus reuniones con líderes políticos de todo el mundo durante el último año.

La consolidación del proyecto político

Pese al claro mandato que obtuvo en la urnas, algunos analistas especulan con que la tarea de gobernar será más complicada para Fernández que para su antecesor. Como se señala en la última edición de The Economist, para Fernández será especialmente difícil mantener una relación de relativa armonía con las sindicatos controlados por el peronismo, con algunos gobernadores provinciales (equivalentes a los presidentes regionales peruanos) y con las organizaciones populares. Con estos grupos, Fernández mantiene una relación distante.

Si bien Fernández y su gobierno no deberían tener problemas para aprobar su proyectos legislativos (controla junto a sus aliados la mayoría en las dos Cámaras y dos tercios de las provincias), el partido político al que pertenece está profundamente dividido e intervenido por la justicia. En la última elección presidencial, participaron diferentes facciones del Partido Justicialista (PJ). El oficialista Frente para la Victoria se enfrentó a la facción liderada por el gobernador de San Luis, Alberto Rodriguez Saa.

El siguiente paso en la estrategia kirchnerista consiste en retomar el control del partido. Por lo pronto, todo indica que el presidente Kirchner se presentará a la jefatura del PJ en las elecciones internas que se llevarían a cabo durante la primera mitad de 2008 (fuente: La Nación 01/11/07). De esa manera, Kirchner se convertiría en el interlocutor principal entre el gobierno, las provincias aliadas y los movimientos sociales. La idea consiste en institucionalizar el apoyo de las diferentes facciones cercanas al kirchnerismo.

En la actualidad, la coalición que sostiene al gobierno consiste de una buena parte de peronistas y algunos radicales y socialistas próximos al kirchnerismo. La Unión Cívica Radical (UCR), que hasta finales del siglo pasado era la otra gran fuerza política en el sistema bipartidista argentino, sufrió una gran división tras el colapso de 2001 en que el radical Fernando de la Rúa se vió obligado a renunciar a la presidencia. En la elección de este año participaron dos ex radicales: Elisa Carrió que quedó en segundo lugar (23%) y Ricardo López-Murphy que obtuvo una votación insignificante. El partido oficial apoyó la candidatura de Lavagna.

Más importante aún fue la participación de un radical, Julio Cobos, en la plancha presidencial de Fernández. Según La Nación, el kirchnerismo especula con que el sector del radicalismo, denominado radicales k, liderado por Cobos se haga cargo de la dirección de la UCR. Se trataría, en definitiva, de una compleja labor de ingeniería política que, de completarse, permitiría sentar las bases para un acuerdo político de largo alcance, al estilo de la Concertación chilena.

Pero no solamente para sus aliados radicales el camino hacia la dirección de la UCR será largo y tortuoso. También Kirchner podría encontrarse con algunos escollos en su camino hacia el liderazgo del PJ. Se ha especulado en la última semana con que algunos pesos pesados tales como los ex presidentes Eduardo Duhalde y Carlos Menem vuelvan a la palestra para dar una última batalla política. En el PJ, las cuotas de poder han estado tradicionalmente ligadas al poder territorial. Todos los presidentes justicialistas desde el retorno de la democracia en 1983 han sido antes gobernadores provinciales. Menem gobernó La Rioja, Duhalde la trascendental Buenos Aires y el propio Kirchner la sureña Santa Cruz. Es de esperar que de presentarse, tanto Duhalde como Menem den pelea apelando a sus viejos cacicazgos.

De los resultados en los comicios intrapartidarios del peronismo y el radicalismo dependerá en gran medida las relaciones entre el gobierno y la oposición. De todos los escenarios posibles, el que más inquieta es aquel en que los Kirchner terminan por copar todos los niveles del poder político en la Argentina. Cristina Fernández ha recibido un claro mandato para gobernar el país los próximos cuatro años. Aún así, la oposición (la que queda) no debería olvidar que más de la mitad de los argentinos no votó por el proyecto de la familia Kirchner.

Ignazio De Ferrari

One thought on “La Argentina de los Kirchner

  1. Buen artículo. ¡Pobres argentinos!, han caído -una vez más- en el nefasto ciclo populista vigente desde los tiempos del general Juan Domingo Perón. Increíble que los argentinos siendo tan elegantes, cultos y sofisticados se dejen seducir tan fácilmente por la demagogia del presidente Néstor Kirchner y de su mujer (presidenta electa).

    Argentina se va a ir al precipicio no sólo por sus controles de precios y sus nacionalizaciones sino también por su mediocre Corte Suprema de Justicia, su rampante corrupción (¿alguien sensato puede creer que Kirchner no sabe nada de la corrupción en su gobierno?) y sus inexistentes partidos políticos.

    Parece que el “neojusticialismo” de los Kirchner (hoy el esposo, mañana la esposa y, quizá, pasado mañana el hijo) tiene para rato en Argentina.

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