Economía y cohesión social

Economía más ética

Cuando hablamos de la calidad de vida solemos referirnos a indicadores externos tales como el nivel de sueldo y la satisfacción de necesidades básicas. Pero el hecho de participar en un sistema económico tiene obvias implicancias para el participante mismo y su identidad. El trabajo que uno desempeña ocupa, para bien o para mal, un lugar central en la biografía personal.

Desde el punto de vista de la integración, de la cohesión social, el ideal consiste en que todos los ciudadanos participen en el mercado ofreciendo los productos de sus respectivas habilidades y recibiendo, a cambio, el reconocimiento suficiente como para poder cubrir sus necesidades. Este ideal fue postulado por Karl Marx en la “Crítica del Programa de Gotha” [“Kritik des Gothaer Programms”]. Volvamos al ejemplo de nuestra escritora. Ella puede ser reconocida en muchos campos, pero la escritura es lo que otros más aprecian de ella y lo que a ella le apasiona. La economía, en este caso, fomenta el desarrollo personal de la escritora al entrelazar su fuerte (la escritura) con un grupo de lectores dispuestos a asignar un valor a las obras de nuestra escritora en función a la satisfacción su interés (el de los lectores) por estas obras.

Basta con pensar en en el sinfín de productos y servicios que utilizamos en el transcurso de un día para darnos cuenta de la infinita complejidad de relaciones económicas entre uno y los demás agentes económicos de un sistema. En todos estos casos se podría decir que la mano invisible de Adam Smith ha establecido lazos de complicidad involuntarios, sin necesidad de algún tipo de relaciones u obligaciones interpersonales. Procurando nuestro propio interés hemos fomentado el bienestar y el desarrollo personal de otros.

Bonito sería si el ejemplo de nuestra escritora fuera el caso paradigmático. 124 años después de Karl Marx ni siquiera las economías desarrolladas del Primer Mundo están cerca de aquel ideal. Las razones son varias y obvias. Algunos tienen más talentos que otros, o saben desarrollarlos mejor, o reciben mejor educación, o simplemente tienen la suerte de desempeñarse en un área con alta demanda y poca oferta.

Por otro lado, siempre habrán casos de personas que dan lo mejor de sí pero no reciben reconocimiento económico, ya sea porque sus habilidades son inferiores a las de otros, porque el mercado se encuentra saturado por demasiados competidores, o porque nadie se interesa a pesar de la calidad de lo ofrecido. En estas situaciones se da una colisión de valores económicos con valores éticos. Colisión que, sin embargo, puede desembocar en una fusión. La persona que, a pesar de dar lo mejor de sí, no logra posicionar su producto en el mercado, no está produciendo un valor económico, pero sin duda su esfuerzo tiene valor desde un punto de vista ético.

Desde el punto de vista ético sostenemos que aquella persona merece vender su producto y merece vivir de lo que hace. Una vez incorporado este juicio ético en nuestra escala de valores y preferencias, resulta perfectamente racional comprar, por ejemplo, productos de personas discapacitadas a un precio mayor en reconocimiento al esfuerzo adicional invertido en esos productos. La idea del “fair trade” o “comercio justo” funciona en el mismo sentido. Estamos dispuestos a pagar más por una taza de café porque reconocemos el valor de una comunidad cafetalera que tiene su existencia asegurada más allá del precio volátil del café en el mercado internacional.

El problema, entonces, no es intrínsico al sistema económico. Hemos visto cómo éste puede incorporar consideraciones éticas en su lógica. El problema se da, más bien, a nivel de las preferencias adoptadas por la colectividad de inviduos que conforman un mercado. Así como un consumidor puede influenciar el mercado prefiriendo lo que él considera justo, también es posible tomar el camino inverso. El ejemplo de la prostitución es paradigmático.

Muchas, quizá todas las mujeres que ofrecen servicios sexuales a cambio de dinero preferirían no hacerlo si tuvieran la oportunidad de emprender otro trabajo con un nivel remunerativo parecido. Lo que las empuja a hacerlo es la presencia de un interés, una valoración económica suficientemente grande por parte de los clientes junto a la ausencia de alternativas viables. La raíz del problema no es difícil de encontrar, pero lamentablemente no habrá soluciones simples mientras siga existiendo una demanda por algo que va en contra de nuestras convicciones éticas.

Hay tantos otros ejemplos de empleos que están muy lejos de ser un reconocimiento a las habilidades de los participantes. ¿Qué decir de un trabajador minero que se rompe la espalda y acorta su expectativa de vida por un sueldo que no aceptaría jamás si hubiese tenido una mejor educación? ¿Qué de un empleado que es constantemente humillado por su superior y al mismo tiempo sabe que esa es la única oportunidad de mantener a su familia a flote?

En el caso del Perú, tales situaciones se agudizan por el alto grado de fragmentación, discriminación y desigualdades sociales. Una sociedad que se construye, en gran parte, sobre el desprecio y la envidia, tiene que desembocar en una economía disfuncional cuyos agentes se niegan a valorar lo que el otro produce. Ir de vacaciones a Miami en vez del Cusco o aprender francés en vez del quechua – todas estas son decisiones que contribuyen a desvincular la economía costeña del resto del Perú.

Estos casos grafican cómo el sistema económico puede ser puesto al servicio de intereses inmorales o antisociales. Es así que la economía puede terminar fomentando el sentimiento de alienación de aquellos que se sienten degradados en las labores que desempeñan o el trabajo que no encuentran.

3 thoughts on “Economía y cohesión social

  1. hablando de “la benevolencia del cervecero” como criterio ético en el intercambio comercial, es de señalar que el pago del plusvalor, al margen del valor ético, no es sino señal de un mal funcionamiento del mercado: en efecto “el comercio justo” se enfrenta con restricciones estatales que protegen intereses monopolistas con el fin de eliminar la libre competencia. Es el caso de la UE con sus subsidios agrarios. Gracias a ellos y a los aranceles se encarecen los productos no originarios de la UE de modo que dejan de ser competitivos. De ser eliminados, el concepto de “fair trade” con su componente ético dejaría de ser relevante, pues no sería – una vez más – la benevolencia del cervecero la que le llevaría a hacer negocios, sino su interés. Y de eso se trata, de establecer el libre mercado a escala planetaria.

  2. la macroeconomia es algo muy remontado en esta actualidad, por lo cual el pais debe saber aprobechar, las materias primas pero con un desarrollo sotenible, y no solo quedarse en palabras sino llevarlo a la practica.

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