Segunda vuelta en Brasil

Segunda vuelta en Brasil

En política hay victorias amargas y derrotas dulces. Victorias amargas como la de Lula da Silva, presidente brasileño y candidato a la reelección. Derrotas dulces como la de Gerardo Alckmin, el retador de Lula, por quien poco antes de la elección pocos daban algo.

Cuando el domingo 1 de octubre los brasileños acudieron a votar, las alternativas parecían ser las siguientes: darle la victoria a Lula de una vez, o forzar una segunda vuelta que solamente alargaría la agonía de Alckmin. Pero cuando el recuento de los votos había finalizado, el candidato conservador tenía seis puntos porcentuales más de lo que la encuesta más alentadora para sus intereses había augurado. Esa noche los festejos estaban en los cuarteles del Partido Socialdemócrata Brasileño (PSDB).

El resultado final: Lula, 48,61%; Alckmin, 41,64%; Heloísa Helena y Cristovam Buarque, quienes abandonaron el partido de Lula inconformes con su política y con las denuncias de corrupción, 6,85 y 2,64%, respectivamente.

La llave para acceder a la victoria en la segunda vuelta del 29 de octubre radica en seducir a ese nueve y medio por ciento que votó por los dos candidatos menores. Se trata sin duda de un votante que se encuentra ideológicamente más próximo a Lula pero que, a su vez, se ha desencantado del presidente que no supo cumplir sus promesas y permitió que su partido cayera en el espiral de la corrupción.

Lula y sus asesores tienen razones de sobra para estar preocupados. En la semana previa a la elección se produjo una modificación considerable en la intención de voto. Si bien Lula perdió apenas entre uno y dos por ciento, Alckmin, como ya se dijo, ganó seis. Y esos votos los embolsó a costa de Helena que, al final, obtuvo cuatro puntos menos de los que las encuestas pronosticaban. Un trasvase de votos de ese tipo debe haber prendido la señal de alarma en el Partido de los Trabajadores (PT).

Por lo pronto, el botín más grande, es decir, los votos de Helena, no serán consignados de manera explícita por su dueña, quien ha anunciado que no apoyará a ninguno de los dos con miras al ballotage. Buarque, en vez, ha dicho que tiene una preferencia, pero que será su partido el que decida a quien se apuntala. Podría pensarse que los votantes de Helena y Buarque se encuentran más cercanos a Lula, pero en una campaña en que las denuncias y los ataques personales están a la orden del día, lo político-ideológico parece haber pasado a un segundo plano.

En el centro de campaña de Lula, se ha anunciado un cambio de estrategia. A diferencia de la primera vuelta, en que el candidato no acudió al debate con los demás postulantes y su silla permaneció vacía frente a las cámaras de televisión, esta vez se ha anunciado que el presidente polemizará con Alckmin y, de paso, asumirá una postura más agresiva. La popularidad de Lula, que parecía intangible, finalmente se mostró vulnerable a las denuncias de corrupción. Se vocea que será Lula, ahora, el que inicie la ofensiva y busque descolocar a su rival apelando al recuerdo de la gestión de Alckmin como gobernador de San Pablo, que en opinión del PT, puede hacerle perder algunos puntos.

Ignazio De Ferrari