¿Qué candidato se beneficiará de las percepciones de la economía en esta elección?

La relación entre el voto y la economía es casi universal. Décadas de investigación académica han mostrado que la buena marcha de la economía favorece al partido de gobierno y pone cuesta arriba la elección para los partidos de oposición. Por el contrario, una situación económica desfavorable perjudica al gobierno y abre las puertas para que la oposición se haga con el gobierno. La relación entre el voto y la economía ha sido identificada en elecciones alrededor del mundo.

El Perú en el pasado no ha sido excepción a esta regularidad empírica. En las elecciones de 1995 y 2000, por ejemplo, Alberto Fujimori obtuvo un caudal importante de votos entre quienes aprobaban la marcha de la economía y fue castigado por quienes pensaban que la economía se había deteriorado. Sin embargo, en las últimas tres elecciones presidenciales, el partido de gobierno no ha presentado candidato presidencial. Si ningún partido representa al oficialismo, vale preguntarse quién recoge sus votos.

La clave en los dos últimos ciclos electorales parece haber estado en el posicionamiento de los candidatos. Aquellos que fueron percibidos como férreos defensores del modelo económico liberal cosecharon los votos de los votantes felices, mientras que los candidatos que se enfrentaron al modelo fueron premiados por los votantes descontentos. A seis semanas de las elecciones generales, la pregunta se cae de madura: ¿en un contexto de deterioro relativo de la economía y un candidato del gobierno sumamente debilitado, qué postulante recogerá el voto de los descontentos?

La economía y el voto desde 1995

Peru 2000

Antes de entrar a la discusión de 2016, hagamos un poco de historia, empezando por la década fujimorista. Como muestra el gráfico de la izquierda, en la elección de 2000 – en la que Fujimori postulaba a su segunda reelección – el presidente-candidato cosechó los votos de quienes aprobaban la marcha de la economía. De acuerdo con el modelo de regresión logística en que se basa el gráfico, entre los encuestados que aprobaban la marcha de la economía, la probabilidad de votar por Fujimori era de 81 puntos porcentuales (1). En cambio, entre los que pensaban que la economía se había deteriorado la probabilidad era de 17 puntos. En esa elección, el principal candidato de la oposición, Alejandro Toledo, recogió el voto de quienes estaban descontentos con la situación económica. Entre los descontentos, la probabilidad de votar por Toledo era de 65 puntos porcentuales, mientras que entre los que aprobaban la situación en que se encontraba la economía la probabilidad era solamente de 13 puntos.

Mientras que los procesos de 1995 y 2000 fueron elecciones “normales” en términos de voto económico, la elección de 2001 no lo fue, ya que Acción Popular (AP), el partido del presidente interino Valentín Paniagua, no presentó candidato propio. Los protagonistas de la contienda fueron Alejandro Toledo, Alan García y Lourdes Flores. Ninguno de los tres se vio particularmente beneficiado o perjudicado electoralmente por la marcha de la economía (2).

Peru 2006

El escenario fue diametralmente distinto en 2006. Esta elección estuvo mucho más polarizada en términos económicos entre la izquierda –representada por Ollanta Humala, a quien el candidato Alan García vinculó hábilmente con el chavismo venezolano – y la derecha – representada por Lourdes Flores, a quien el candidato Alan García tildó hábilmente de ser la “candidata de los ricos.” Como muestra el gráfico de la izquierda, la candidata del modelo, Lourdes Flores, cosechó el voto de quienes aprobaban el estado de la economía mientras que el presunto anti-sistema Humala recogió el voto de los descontentos.

Peru 2011

La historia se repitió en 2011, pese a que Humala cambió el polo rojo por el polo blanco. Como muestra el gráfico de la izquierda, el candidato del nacionalismo – el mayor crítico del modelo económico liberal – volvió a recoger el voto insatisfecho, mientras que el liberal Pedro Pablo Kuczynski se hizo de lo votos de quienes aprobaban la situación económica. Como en los dos procesos anteriores, el partido de gobierno no presentó candidato presidencial.

¿Y esta elección?

A diferencia de las últimas tres elecciones, el Partido Nacionalista en el gobierno parece determinado a presentar candidato propio en 2016. Sin embargo, la debilidad de Urresti es a todas luces evidente, y sólo los más leales confían en que pueda despegar en los 45 días finales de campaña. Ante un candidato del gobierno sin peso electoral, la pregunta es si se repetirá el escenario de 2001 – en que la economía no fue determinante en el voto – o el escenario de 2006 y 2011 en que sí lo fue.

Esta pregunta es relevante para las estrategias de los candidatos. La diferencia entre 2001 por un lado y 2006 y 2011 por el otro es que en el primer caso no hubo una fuerte polarización económica mientras que en los otros dos casos sí la hubo. En la carrera electoral actual, ninguno de los candidatos que lideran las encuestas parece cuestionar los cimientos del modelo económico. Ausente una confrontación de ideas real sobre los beneficios y deficiencias del modelo, se hace difícil que la economía entre en la ecuación del voto.

Sin embargo, el contexto económico y las experiencias pasadas sugieren que erigirse como crítico del modelo puede traer réditos electorales. Resulta paradójico entonces que haya habido más polarización económica en 2006 y 2011 – años de bonanza – que en la campaña actual, que se da en un contexto de fuerte desaceleración. Cosechar el voto de los insatisfechos con la economía resulta más atractivo hoy que en los dos procesos anteriores. No es difícil imaginar una narrativa que enfatice el agotamiento de un modelo enfocado en la extracción de materias primas.

Los que mejor parecen haber entendido esta idea son Alfredo Barnechea y Verónika Mendoza, que junto a Julio Guzmán son los candidatos que más han crecido en la encuesta de Ipsos del domingo pasado. Para Barnechea el problema es que, según Ipsos, su núcleo duro de votantes se encuentra en los sectores socioeconómicos más altos, de modo que su discurso polarizador – “el modelo fujimorista o yo” – no parece calar en el electorado correcto. En el caso de Mendoza, el problema parece ser más de comunicación, ya que no logra que sus ideas centrales penetren en el debate electoral. A eso se suma la ausencia de recursos para hacer una campaña más visible. Los votos de los insatisfechos siguen esperando dueño.

Ignazio De Ferrari

Notas

(1) Los gráficos que se presentan en este artículo muestran probabilidades (predicted probabilities) de votar por diferentes candidatos presidenciales dependiendo de las percepciones económicas (Peor, Igual, Mejor). Las pendientes que se muestran en los gráficos están basadas en los resultados de regresiones logísticas en las cuales la variable dependiente es el voto por el candidato en cuestión, y la principal variable explicativa es la percepción de la economía de los encuestados. Los modelos incluyen controles estadísticos estándares como posición ideológica – en una escala de 10 puntos – sexo, edad, estado civil y educación. La data utilizada proviene de encuestas del Latinobarómetro – para el año 2000 – Latin American Public Opinion Project (LAPOP) – para el año 2006 – y el Instituto de Opinión Pública de la PUCP – para el año 2011.

(2) Para el año 2001 corro una regresión como la descrita en la nota 1 utilizando data del Comparative Study of Electoral Systems (CSES). A diferencia de los demás modelos, el coeficiente de percepciones económicas no es estadísticamente significativo para ninguno de los tres principales candidatos presidenciales.