La elección de Ollanta Humala el último domingo deja dos conclusiones que serán importantes para definir la agenda de gobierno de los próximos cinco años: 1) el triunfo de Humala no es sólo suyo, sino también de las fuerzas centristas que inclinaron la elección a su favor. 2) Para gobernar, Humala necesitará el respaldo de otras fuerzas, pero todo indica que el apoyo político no lo buscará solamente en la derecha económica y política como sí lo hizo el gobierno actual.

Visto más de cerca, estas dos conclusiones forman dos caras de la misma moneda. A diferencia de García que en 2006 ganó con los votos de la derecha de Lourdes Flores, el triunfo de Humala lo definió el centro político que, socialmente, lo conforman las clases medias, y en la arena partidaria, lo representa Perú Posible, el partido de Toledo. Esta diferencia debería ser entendida con claridad, porque es a partir de esta coalición que debería nacer el núcleo de las políticas del próximo quinquenio.

El potencial de esta coalición no debería ser subestimado, ya que podría darle al nuevo gobierno una base institucional sólida para ejecutar un programa de gobierno definido con claridad. De esa manera, Humala podría abordar la agenda pro mercado pero de alto contenido social por la que se decantó durante la campaña electoral. Perú Posible aportaría, además de sus votos legislativos, a técnicos que generen confianza en el manejo económico.

Más que en la cantidad de reformas, la agenda que se debería trazar la próxima administración debería ser ambiciosa en su capacidad de llevarlas a cabo. En otras palabras, debería abrir pocos frentes y encargarse de generar resultados. En ese sentido, en vez de dedicarse a ampliar la participación del Estado en la vida económica del país – como plantea el ala izquierdista de Gana Perú – el nuevo gobierno debería enfocarse en una reforma del Estado que haga más eficiente el gasto social, y simplifique los procedimientos administrativos. A la reforma del Estado deberían sumarse la reforma educativa y las políticas bandera del programa nacionalista como Pensión 65, el tema del lote 88 y el impuesto a las sobreganancias mineras, siempre y cuando este impuesto se implemente de manera ordenada, concertada y sin perder de vista la competitividad del sector minero peruano.

Pero todo esto dependerá, en primera instancia. de la voluntad política del propio Humala quien será, al final, el que defina el curso de las políticas públicas. Y en este punto, lo que aún no queda claro es cual de las dos facciones al interior de Gana Perú – la más centrista o la más izquierdista – tendrá el oído del líder nacionalista. En las semanas previas al 28 de julio, será en esa batalla intrapartidaria donde los observadores deberán poner la atención.

La participación del centro en la próxima gestión es una tema fundamental. Porque si algo diferencia el triunfo de Humala del de otros izquierdistas de la región como Chávez y Morales es que el nacionalista ganó la elección con votos prestados. Mientras Humala sólo alcanzó el 32% de los votos en primera vuelta, Chávez y Morales ganaron de entrada con el 54 y 56% de los votos en 1998 y 2005, respectivamente. Eso les dió un mandato para cambiar de manera más profunda la estructura política y económica de sus países. Humala no ha recibido el mismo mandato y no lo debería olvidar.

Ignazio De Ferrari

Imagen tomada de: http://news.bbc.co.uk/