Crónica semanal (7 al 13 de junio)

Las falsas victorias y las verdaderas derrotas de Ollanta Humala

Con la derrota electoral empezó el éxodo en la tienda humalista. Carlos Torres Caro dejó la bancada (aún no constituída) junto a otros tres futuros legisladores. La excusa: un posible frente con la izquierda. Humala interpretó mal su derrota electoral (triunfo según él) y anunció una oposición frontal contra el régimen aprista. Los nacionalistas, y no el recién electo presidente Alan García, fueron los protagonistas de la semana.

En política, como en casi todas las actividades humanas, las derrotas no son fáciles de sobrellevar. Sin embargo, a diferencia de la política, la vida ofrece revanchas con más frecuencia. El político, en cambio, tiene muchas veces que esperar años para una nueva oportunidad. Y a veces, esas oportunidades no se vuelven a presentar. Por esa razón, los políticos, muy a menudo, son incapaces de aceptar realidades complejas como las que engendran las derrotas electorales.

Su primera experiencia en la política legal, le debe haber permitido al coronel en retiro, Ollanta Humala, darse precisamente cuanta de eso. Si juzgamos por sus declaraciones del cuatro de junio en la noche, y de tres días después, ese parece ser el caso. ¿Cómo interpretar sino eso de “victoria social” y de que “me siento ganador”?

Humala pretende hacer creer a la opinión pública que la suya ha sido una victoria moral. Nada más alejado de la realidad. Si bien el 47% que obtuvo en la segunda vuelta fue más alto de lo que algunos imaginaron, una mayoría de peruanos rechazó su proyecto. El voto por García fue un claro voto de rechazo a la propuesta radical del nacionalismo.

Vemos entonces que detrás de la supuesta “victoria social” se esconde esa mala costumbre de no reconocer que la población haya preferido darle su confianza a otra agrupación. Entonces se inventa cualquier pretexto para encubrir lo inocultable.

La oposición total

La derrota electoral le sentó tan mal a Humala que el siete de junio, en una reunión con la prensa extranjera, el líder de UPP anunció la línea de oposición dura que seguirán durante los próximos cinco años. La naturaleza de la oposición la dictará “la realidad política”; ésta se dará en el Congreso o en la calle.

De saque, Humala se ha decantado por un tipo de oposición drástica, antes incluso de que el nuevo gobierno entre en funciones. Detrás de esa lógica parecen primar concepciones de la izquierda arcaica que, incluso en las épocas en que contaban con representación parlamentaria, ejercían presión sobre todo a través de la protesta callejera. Ollanta Humala, educado por su padre para tomar el poder bajo cualquier medio (recordar declaraciones de Isaac Humala), parece que tampoco aprecia los alcances de la democracia representativa.

Con esas declaraciones, Humala no ha hecho más que debilitar a su propia bancada. ¿De qué sirve ser la primera mayoría en el Congreso si ante la primera divergencia profunda con el gobierno se saldrá a la calle? Pese a estar en la oposición, los nacionalistas pueden, desde la arena legislativa, llevar adelante algunas de sus propuestas de gobierno. Pero para eso se necesita alcanzar consensos con los demás partidos.

La política de protesta social tiende a producir grandes frustraciones en los agentes que se movilizan. A menudo las demandas no logran ser satisfechas, y el clima de violencia que se genera la mayoría de veces conduce a serias fracturas sociales. Promover una política de ese tipo implica jugar con fuego. Pero, quizá inspirado por el Movimiento al Socialismo de Evo Morales en Bolivia, Humala cree que la llegada al poder se dará más rápido por ese camino.

Los primeros tránsfugas

El anuncio de Humala de crear un Frente Nacionalista Democrático y Popular (FDNP) con la izquierda y sectores del empresariado nacional, fue la coartada perfecta para que un grupo de congresistas electos por UPP renunciara a la bancada. En realidad, nunca se supo en qué consistiría exactamente el frente que, incluso antes de ver la luz, había sido ya bautizado con un nombre que hacía recordar al apelativo de algún partido de la izquierda de las décadas de los 70 y 80. Al final, temiendo el posible éxodo, el vocero personal de Humala, el ex militante de izquierda Carlos Tapia, anunció que el frente estaba fundamentalmente dirigido a las organizaciones de la sociedad civil. Pero el daño ya estaba hecho y el 12 de junio se oficializó la renuncia del grupo liderado por Carlos Torres Caro.

Sin embargo, las razones que expusieron los dimitentes convencieron sólo a los más incautos. “Humala ha abandonado el camino nacionalista al entrar en pactos con partidos de la izquierda radical”, argumentó Torres Caro. En otro momento de su alocución, indicó que ese nuevo pacto político promovería inestabilidad.

Sorprendió también que Torres Caro dijera que Humala “no se caracterizaba precisamente por mantener un liderazgo democrático, de gestos y de respeto a los otros” (El Comercio, 13 de junio). Pero sorprende aún más que esas actitudes no le molestaran durante la campaña electoral cuando gozaba de la confianza de su líder y le encomendaban tareas del más alto nivel, como negociar los términos del debate presidencial.

En todo caso, hasta ahora, pocos habían puesto en duda el radicalismo del proyecto político del humalismo. Y Torres Caro no había sido uno de ellos. Más bien, en sus intervenciones públicas hacía amenazas veladas contra la libertad de prensa. En el programa televisivo de Rosa María Palacios, Prensa Libre, llegó a decir hace unos meses que no se sancionaría a los periodistas siempre y cuando éstos se “porten bien”.

Por otro lado, siempre se supo que el programa de gobierno nacionalista defendía muchas de las tesis que venía sosteniendo la izquierda hacía años. El plan económico de Humala no difería mucho del de la Nueva Izquierda de Alberto Moreno, ni del Partido Socialista de Javier Diez Canseco: Rechazo al TLC, renegociación de los contratos con las transnacionales eran sólo algunos de los puntos convergentes.

En cuanto a los demás renunciantes, se trata de los futuros legisladores Gustavo Espinoza (Lambayeque), Isaac Mekler (Callao) y Rocío González (Arequipa). Sin embargo, sobre estos tres Humala anunció que estaban en un periodo de evaluación y que tenían las puertas abiertas para quedarse. Torres Caro, en cambio, había sido separado definitivamente.

Las verdaderas derrotas

El cuatro de junio no se produjo ningún triunfo moral para el humalismo. Sin embargo, tampoco fue una derrota estrepitosa. Por el contrario, si Humala logra adaptarse a la dinámica del juego democrático, su revancha personal podría llegar en cinco años. Y para la coalición que lidera, podría estar a la vuelta de la esquina en las elecciones regionales de noviembre.

La primera verdadera derrota para Humala empezó esta semana cuando anunció que estilo de oposición haría. Fue un golpe contra sus propios congresistas. El otro revés se produjo el 12 de junio, cuando empezó el desmembramiento de su bancada. Pero eso ya estaba cantado hasta para los más cándidos.

Ignazio De Ferrari

5 thoughts on “Crónica semanal (7 al 13 de junio)

  1. El señor HUMALA tiene todo el derecho a ejercer una oposición dura o blanda -o la que se le antoje- siempre y cuando dicha oposición se haga dentro de los márgenes de de la ley. Lo que sucede es que sus adversarios apriori establecen -sin mayor base- que su oposición va a tener un carácter ilegal. Dependerá de sus partidarios si están de acuerdo o no con el tipo de oposición que Ollanta Humala está pensando en realizar. Se le podrá criticar a Humala el ser un poco gritoncito, pero sus argumentos no pueden deseñarse. Nadie puede negarle el derecho del señor Humala de atacar al TLC ni de exigirle a don Alan García a fidelidad a sus ofertas electorales. Es por todos reconocidos que el TCL beneficia a unos y perjudica a otros. Lo que él está haciendo es -por convicción o por cálculo político- en permanecer vinculado al sector que votó por él.

  2. yo si apoyaria a humala si quiero aser un golpe de estado la verdad queremos mano fuerte comtra la corruccion analisa esto(porque existen los teroristas nocrees por la tantas injustisias por gente mala que tiene dinero poder y maltrata alque no tiene entonces uno se pone revelde si todos tuviesenos los mismos derechos sea rico pobre no existiria tanto bandalismo ni los famosos terroristas el que tiene dinero poder se pone ignorante malo despiadado sera por el poder el dinero aun no se save la respuesta pero me gustaia que humala isiera un gole de estado y parara la oruxion )

  3. Es lamentable ver lo difiícil que es para los peruanos en general, aceptar diferencias de opinión. El país no ha entendido que 47% si bien no es una victoria si tiene un significado concreto, un aviso de que las cosas no están bien en el sentir de un gran grupo de peruanos votantes ( no somos únicamente 12 a 14 millones). No se puede creer que Alan García sea nuevamente presidente del perú pero ciertamente lo es, por lo que lamentablemente hay que respetar la voluntad popular, en la esperanza que ella haya sido realmente respetada. Lo que no es viable es que en vez de unificar criterios para una oposición coherente, que además es necesaria para un sano equilibrio de este nuevo gobierno. se esté jugando al separatismo. ¿Es que acaso los que se colgaron en el pasamanos del ollanta bus, únicamente lo hicieron para las elecciones?. Hay un camino de cinco (5) años que se debe caminar con paso firme, en la búsqueda de un cambio real que beneficie a la totalidad del pueblo peruano y no exclusivamente a una fracción que recibió votos adosados por el miedo y la desesperación a perder los ganaciales obtenidos durante los años del fujimorismo y del gobierno saliente. Si el pensamiento humalista ha sido radical, lo ha sido para poder crear un terremoto de conciencias lo que al parecer se ha dado y mostrado en el volumen de electorado conseguido; sin embargo ahora es cuando se debe con astucia y verdadero amor por el perú, no solamente de eslogan para ganar votos, iniciar la verdadera lucha por hacer del pais una tierra igual para todos los peruanos, por ello veo con preocupación estos separatismos que lejos de ayudar crean la sensación de que los que apoyaron al movimiento de humala, solo lo hicieron para ganarse un escaño.

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