El proyecto inconcluso: las relaciones entre los Estados Unidos y Latinoamérica

Las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina están en su punto más álgido desde la caída del Muro de Berlín. La pérdida de confianza es mutua y no parece que las relaciones vayan a recuperarse en el corto plazo. Un análisis.

Entre 1989 y 1995 las relaciones entre los Estados Unidos y sus vecinos del sur parecían bien encaminadas. Fue precisamente entre esos años que con el apoyo norteamericano se adoptó el Consenso de Washington, se dio solución a los brutales conflictos en Centroamérica, se puso en marcha el plan Brady que puso fin a largos años de recesión y se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) entre Estados Unidos México y Canadá.

Sin embargo, una década después, no se puede mirar con satisfacción el camino recorrido. Desde 1995, la democracia en Latinoamérica se ha debilitado y desde 1997, por lo menos, una rotunda crisis económica se ha instalado en el subcontinente. Recién los últimos dos años han traído noticias positivas para la mayoría de países. Pero en casi todos los casos, los progresos en el campo económico se han debido al alto precio de los commodities a nivel mundial. Además, comparado con el crecimiento económico de otros países, el de Latinoamérica deja aún mucho que desear. Mientras la región creció 5,5% en 2004, India viene creciendo a un ritmo de 6% en los últimos 15 años, mientras que China lo ha hecho a un promedio de 10% desde 1980.

¿Qué ha sucedido entonces para que los Estados Unidos y Latinoamérica no hayan logrado impulsar una agenda común?

Del lado de allá

Apenas iniciado su mandato gubernamental, el presidente George W. Bush aseguró que su prioridad en política internacional sería Latinoamérica. Poco antes del 11 de setiembre, repitió que la relación con México era la más importante para su país. Con el ataque a las torres gemelas, las prioridades de la administración cambiaron radicalmente, sin embargo nadie al sur del río Grande esperaba que la desatención sería tan grande.

En un artículo publicado en la revista Foreign Affairs de enero y febrero, el presidente del Diálogo Interamericano, Peter Hakim, evalúa el desarrollo de la agenda común después del 11 de setiembre. Las molestias vienen claramente de los dos lados.

En la cruzada por la democracia iniciada por el gobierno americano, Bush se jactaba del positivo desarrollo de los latinoamericanos en ese sentido. Pese a ser ex colonias europeas y sociedades sumamente heterogéneas, el avance de la democracia desde la década del 80 era ejemplar. Sin embargo en los últimos dos años se han producidos algunos retrocesos que han irritado a funcionarios en Washington. Los abismos económicos y sociales sumados a la no conclusión de algunas reformas económicas y políticas son, de acuerdo con la percepción norteamericana, los principales causantes del pobre desempeño de la región. En ese sentido, la convulsión política en los Andes donde en Ecuador y Bolivia movimientos populares han derribado gobiernos electos legalmente, preocupa seriamente a Washington.

Por otro lado, la administración Bush mira con temor el problema del abastecimiento energético. Pese a que la petrolera estatal venezolana, PDVSA, tiene fructíferos negocios en los Estados Unidos, Washington considera que esa fuente energética no está asegurada. A su vez, Hakim asegura que el gobierno norteamericano ve con malos ojos el incremento del negocio de las drogas en algunos países, así como el lavado de dinero y el crimen organizado.

Otro aspecto que ha molestado a Estados Unidos ha sido la falta de apoyo a su incursión en Irak. Que Chile y México, importantes aliados comerciales, no le dieran el visto bueno en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), ofuscó a la administración. Como señala Hakim, al final sólo siete de los 34 países latinoamericanos apoyaron la guerra y sólo seis enviaron tropas a Irak. Esos seis negociaban en ese momento un TLC con el gigante del norte.

Finalmente, Washington ve con mucha preocupación la creciente influencia de China en la región. China busca estrechar los lazos comerciales y políticos, y para eso su presidente Hu Jintao ha viajado a América Latina dos veces en los últimos dos años. Viene dando frutos, puesto que las exportaciones de Latinoamérica hacia China han crecido en casi 60% al año en los últimos 72 meses. Además, Hakim recuerda que de los 26 países que reconocen a Taiwán, 12 se encuentran en esta parte del mundo. China busca reducir ese número con una agresiva política diplomática y comercial.

Del lado de acá

Las políticas neoliberales de la década del 90 no han sido percibidas con simpatía por los latinoamericanos. En varios países eso se ha traducido en un viraje hacia propuestas contrarias a lo que se ha dado a llamar el neoliberalismo salvaje. La izquierda, en sus diferentes vertientes, ha tenido un crecimiento sostenido en casi todos los países. El déficit cero o el saneamiento de las arcas fiscales ya no son propuestas electorales que vendan fácilmente, pero a decir verdad, el manejo macroeconómico irresponsable tampoco.

Sin embargo, el consenso en torno a una conducción moderada de las finanzas públicas no significa que el populismo haya perdido vigencia en América Latina. Por el contrario, como señala un artículo en la edición de The Economist del 15 de abril, proyectos populistas han vuelto a florecer y amenazan con llegar al poder en varios países.

El político populista no es sólo aquel que hace promesas que apelan al instinto más básico del votante. También ha logrado construir importantes movimientos integradores. Como señala The Economist, ante la ausencia de sindicatos fuertes que representaran a los trabajadores en algunos países de Latinoamérica, los movimientos populistas lograron ampliar la facultad del voto a amplios sectores sociales y se aseguraron así su primacía entre las décadas del 20 y del 60 del siglo pasado. En Europa esa tarea había correspondido justamente a los sindicatos. Importantes políticos populistas fueron Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú, Getulio Vargas en Brasil, Juan Perón en Argentina y José María Velasco en Ecuador (“dame un balcón y me haré presidente”).

El liderazgo del político populista es del tipo carismático en la tipología de Max Weber. Se trata por lo general de grandes oradores que construyen movimientos personalistas. La movilización de las masas es un elemento clave de su modus político. En cuanto a la ideología, hay quienes se acercan más a la izquierda y quienes se han aproximado más a la derecha, incluso al fascismo. Haya supo enarbolar las banderas del antiimperialismo mientras que Perón tenía entre sus principales referentes a Mussolini. En la Argentina, impuso un modelo corporatista que alentaba el ordenamiento vertical de la sociedad en grupos y sindicatos centralizados desde el Estado.

En la actualidad, luego de la década del neoliberalismo han resurgido movimientos populistas de raíces marxistas o izquierdistas. Alan García en Perú impulsó desde el gobierno medidas populistas como la estatización de la banca y el control de precios. Y cuando le dieron un balcón llegó a la presidencia y llevó a sus partidarios a puestos importantes en el Estado, como cuando un balconazo en la plaza San Martín le dio el triunfo a Jorge Del Castillo para la alcaldía de Lima en 1986.

El factor Chávez

Sin embargo, de la nueva camada de populistas latinoamericanos, García es de los que menos preocupa a Estados Unidos en este momento. En el Perú, el discurso inflamado de Ollanta Humala asusta a Washington. Pero los más peligrosos se encuentran en el Caribe y son el sandinista Ortega en Nicaragua y el bolivariano y revolucionario Hugo Chávez en Venezuela.

Los políticos latinoamericanos se han dado cuenta que el discurso antiamericano rinde en las urnas. Sociedades pobres como las de esta parte del mundo suelen caer rendidas ante el simplismo de una retórica que identifica tan fácilmente al culpable de todas las desgracias. Populistas y no populistas lo han sabido utilizar en su favor. Incluso moderados como el líder laborista Lula han despotricado contra el imperio.

Hugo Chávez ha sabido construir una política de alianzas con otras naciones sudamericanas que lo ha estabilizado políticamente. Además del viejo dictador cubano Fidel Castro, Chávez cuenta con el apoyo de Lula en Brasil y Kirchner en la Argentina. A Washington le ha alterado que no haya más países en la región que se opongan al líder de la revolución bolivariana, pero los diferentes gobernantes han escogido, en muchos casos, a quien les vende petróleo barato.

Chávez se ha convertido en un verdadero factor de desestabilización en la región. Pese a ser el único país que cuenta con reservas tan importantes de crudo en Sudamérica, ya hay otros líderes andinos que parecen quererle seguir los pasos y aprender del nuevo modelo autoritario que se ha puesto en marcha en Venezuela. Como señala el catedrático Javier Corrales en la edición de enero y febrero de Foreign Policy, Chávez ha logrado controlar todo el aparato estatal en Venezuela. Es la cabeza de PDVSA, preside el comité electoral, controla la Corte Suprema con jueces revolucionarios y ha pasado una ley que le permite revisar los contenidos televisivos. Por si fuera poco, ha impulsado la creación de Telesur, cadena informativa que deberá competir con la CNN y la BBC.

Los desafíos del libre comercio y la inmigración

El resurgimiento del populismo no es el único síntoma de lo débil de las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina. Funcionarios de gobierno en casi toda la región lamentan que Estados Unidos no se decida a levantar los subsidios agrícolas. En la misma línea, apunta Hakim, el gobierno norteamericano no pretende eliminar las cuotas al azúcar, los cítricos, el algodón y muchos otros productos tradicionales de exportación latinoamericana. El Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) está lejos de realizarse y, para muchos, se debe a que Washington no da su brazo a torcer en muchos aspectos.

Por otro lado, lo del libre comercio no es sólo un problema de las condiciones de la negociación, sino también un problema ideológico. El Partido Demócrata en los Estados Unidos es más proteccionista que el Republicano y en el pasado gran parte de sus representantes en la cámara baja y en el Senado han rechazado acuerdos de libre comercio, con Centroamérica por ejemplo. Un artículo en la edición del 22 de abril de The Economist señala que el Partido Demócrata está invadido por una serie de lobbies que buscan impedir la firma de nuevos tratados de ese tipo.

Otro aspecto en el que los latinoamericanos no se han sentido respaldados por Washington es en el tema de las ayudas económicas directas. Muchos en la región verían con buenos ojos que Estados Unidos invirtiera más en ese rubro, sin embargo las sucesivas administraciones han destinado esos recursos a países de menores recursos, en África sobre todo, y no países de ingresos medianos, como son la mayoría en la región. Algunos esperan transferencias directas a zonas más pobres, como se hizo en la Unión Europea (UE), pero Washington ha orientado sus políticas en otro sentido.

Finalmente, uno de los principales problemas que aquejan a los latinoamericanos es el de la inmigración. Para muchos en la región representa la posibilidad de salir del desempleo, sin embargo, como indica Hakim, las políticas norteamericanas en ese rubro han permanecido prácticamente iguales en las últimas dos décadas.

La hora del soft power

El poder suave (soft power), término acuñado por el politólogo norteamericano Joseph Nye, radica en la capacidad de atraer, de persuadir. Mientras el poder duro (hard power), se basa en el poder militar, el poder suave es el fruto del atractivo cultural de un país, de sus ideales políticos y de sus políticas.

Estados Unidos ha perdido mucho en ese ámbito en los últimos años. Para asegurar su liderazgo en el mundo en los próximos años, deberá recuperar el atractivo que en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y en la época del mundo bipolar le trajo tantos réditos. Washington aún no ha perdido a Latinoamérica, pero como hemos visto, China continuará su imparable crecimiento en las próximas décadas. Estados Unidos sigue siendo un referente de libertad y democracia, pero debe defender esos valores de manera más consecuente. Abu Ghraib y Guantánamo han mellado la imagen del imperio.

Por su parte Latinoamérica tiene una tarea pendiente. Es necesario entender que el populismo con su retórica antiamericana no conduce a mejorar las relaciones con Estados Unidos. El libre comercio, las políticas económicas responsables y la lucha contra la pobreza, a través de políticas de subsidios en casos extremos, son mejores armas de desarrollo. Este 2006 es un año electoral en varios países como Perú, Nicaragua, Venezuela y México y en todos ellos, opciones populistas y autoritarias tienen serias posibilidades de llegar al poder. Conforme pasen los meses sabremos si es que los latinoamericanos se decantaron por la democracia o por la nociva utopía del proyecto populista y mesiánico.

Ignazio De Ferrari

Bibliografía:

– Hakim, Peter (2006): Is Washington Losing Latin America? Foreign Affairs 85, Nr. 1. Pág. 39-53.
– Corrales, Javier (2006): Hugo Boss. Foreign Policy 152. Pág. 32-40.
The Economist 15/04/06.
The Economist 22/04/06.

2 thoughts on “El proyecto inconcluso: las relaciones entre los Estados Unidos y Latinoamérica

  1. Buena parte de toda esta compleja etapa que le a tocado vivir a los Norte Americanos es la capcidad de su Politica Exterior.
    Cuando en 1823 el Presidente James Monroe proclamó ante el Congreso de los Estados Unidos la que se conocería como “Doctrina Monroe” que se sintetizaba en la frase “América para los Americanos”, respondía a las pretensiones imperialistas de la Santa Alianza (Rusia, Prusia y Austria), sin embargo no era si no hacer que América no sea para todos los Americanos si no mas bién para los Norte Americanos (USA).
    Esto a caldo con el tiempo una especie de rencor y desconfianza ante una Nación que deveria ser aliada si usariamos la doctrina Monroe, pero que a raiz de nuestra decepción para los Americanos en General cuando los Estados Unidos de América quebrantase el TRATADO INTERAMERICANO DE ASISTENCIA RECIPROCA (TIAR)
    Que la Resolución VIII de la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz, reunida en la ciudad de México, recomendó la celebración de un tratado destinado a prevenir y reprimir las amenazas y los actos de agresión contra cualquiera de los países de América.
    Pero que se quebranto cuando los Estados Unidos de América brindo el apoyo a los Ingleses en plna Guerra de la Malvinas.
    Muy aparte parece ser la aptitud de los lideres Norte Americanos en querer fomentar un caos social en los Paises de la Región por el simple hecho de querer cuidar intereses que solo benefician a los Norte Americanos y que el pretesto de las drogas y el terrorismo no es mas si no un plan de infiltración militar de parte de ellos para poder controlar recursos que ya puesierón en la mira y que no es ya secreto como es el >>>ORO AZUL

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