Atrás quedaron tres largos meses de intensa campaña. En menos de 24 horas se abrirán las urnas y los peruanos acudiremos una vez más a votar. Elegiremos entre 18 candidatos presidenciales, pero la elección se definirá finalmente entre tres. Serán uno de los comicios más parejos de nuestra historia republicana.
El coronel en retiro Ollanta Humala parte como favorito para pasar a la segunda vuelta. Así lo señalan las últimas encuestas difundidas el domingo pasado. Según Apoyo, Ollanta obtendría el 31% de los votos válidos. Quedaría por definir su acompañante. Todo indica que será Lourdes Flores de la centro-derecha, o Alan García de la centro-izquierda.
El balance de la campaña
Tradicionalmente, las campañas electorales en el Perú han creado fuertes climas de inestabilidad política. Rara vez se han llevado a cabo procesos pacíficos en los que los electores expresaran libremente sus preferencias. Por el contrario, la violencia ha sido una fiel compañera en casi todos los comicios. Esta elección no ha sido la excepción y lo lamentable es que los propios candidatos han contribuido con sus discursos inflamados a desatar los ataques.
En esta elección tampoco ha variado el mensaje fundamental de los candidatos que en cada ocasión ofrecen lo mismo: el cambio en el manejo del Estado. A diferencia de países como Chile, donde existe un consenso generalizado entre todas las fuerzas parlamentarias acerca de cuál debe ser el papel del Estado, en el Perú, las tres grandes corrientes que se disputan la elección, representan una visión distinta sobre el rol estatal.
En ese contexto, la conservadora Unidad Nacional (UN) plantea una agenda mucho más social que en el pasado. La noción de un Estado redistribuidor ya no parece ser exclusividad de las fuerzas progresistas. Sin embargo, en lo que se refiere al rol del Estado en la economía, mantienen sus posiciones tradicionales de escasa intervención, sin duda saludable. Por el contrario, Unión por el Perú (UPP) plantea que el Estado sea socio de la empresa privada y que garantice que las industrias estratégicas estén en manos de la nación. El APRA, parece querer posicionarse en el medio.
Sin embargo, el mensaje de cambio no ha sido manejado con la misma efectividad por los diferentes partidos. Los nacionalistas han logrado posicionarse como una fuerza revolucionaria con un discurso que ha apelado a la sensibilidad del ciudadano: la lucha contra la política tradicional y la corrupción inherente a ella. Su discurso demagogo, populista y autoritario ha calado hondo en importantes sectores.
El APRA, luego del fracaso de su Frente Social, y con el correr de la campaña retomó el discurso que empleó García en el 2001. La defensa de los derechos laborales pasó a ocupar el núcleo central de su mensaje. Ante la posibilidad de que la campaña se polarizara entre el humalismo y Unidad Nacional, García buscó dar la imagen del candidato moderado que ofrece una alternativa frente a los dos extremos.
Si bien en este proceso la centro-derecha ha logrado escapar del ámbito limeño y convertirse en una fuerza nacional, Lourdes Flores no ha logrado revertir la imagen de candidata de los ricos que, injustamente, le han achacado sus contrincantes. Luego de liderar las encuestas durante casi toda la campaña, a estas alturas su pase a la segunda vuelta es incierto.
Mañana a las cuatro de la tarde cuando aparezca el primer flash informativo, tendremos el panorama un poco más claro. Y más claro aún lo tendremos a las ocho o nueve de la noche con el conteo rápido. Mientras tanto sólo queda votar y esperar.
Ignazio De Ferrari