El número de hectáreas de hoja de coca sembradas en el Perú ha aumentado en 6,8% entre el 2008 y el 2009. A esa cifra llega el informe “Monitoreo de cultivos de coca en el Perú 2009”, producido por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés) y la Comisión Nacional para el Desarrollo y la Vida sin Drogas (DEVIDA). El aumento registrado en 2009 es alarmante, ya que se suma al de años recientes. Entre 2005 y 2009 se ha regitrado un crecimiento de 24,3% en el número de hectáreas sembradas, de 48200 a 59900.

En el último año, el aumento en la producción de hoja de coca ha sido más fuerte en la cuenca de Aguaytía, donde la cantidad de hectáreas sembradas ha crecido en 73%, al pasar de 1677 a 2913 hectáreas. En términos comparativos, la cuenca de Aguaytía es una de las más pequeñas. En la cuenca más grande, la del Alto Huallaga, la producción se ha mantenido estable en los últimos cuatro años, en torno a las 17000 hectáreas.

Mientras en el Perú la producción de hoja de coca aumenta, en Colombia, el otro gran productor junto a Bolivia, desciende. Según un reporte de la UNODC para Colombia, el número de hectáreas sembradas se ha reducido en 16% en 2009, de 81000 a 68000. De acuerdo con el informe esto se debe a las políticas de seguridad del presidente Alvaro Uribe (fuente: El Comercio, 23/06/2010).

Para el experto, Rubén Vargas, el crecimiento se debe fundamentalmente a tres factores. El primero es la incapacidad de las fuerzas del orden de hacer frente al narcotráfico. Mientras que en Colombia la policía incautó 203 toneladas de cloridrato de cocaína el año pasado, la policía peruana sólo alcanzó las diez toneladas sobre un total de 302 toneladas producidas. En segundo lugar, Vargas señala que, como consecuencia de la arremetida del gobierno colombiano contra los narcotraficantes, muchos de ellos han pasado a operar en el Perú donde los controles son más laxos. Finalmente, el experto apunta a la expansión de algunos mercados de consumo de cocaína, especialmente en la región. El más fuerte es Brasil, pero Argentina y Chile también han visto un fuerte incremento (El Comercio, 23/06/2010).

El aumento en la producción de hoja de coca tiene dos efectos especialmente nocivos. Por un lado esta la asociación entre la insurgencia y el narcotráfico. En el Perú, los últimos grandes enclaves de Sendero Luminoso se encuentran en los valles de los ríos Apurímac y Ene (VRAE) y en el Alto Huallaga, en los que se concentra el 58,4% de la producción de hoja de coca en términos de hectáreas sembradas. En Colombia, ha existido un estrecho vínculo entre la guerrilla de las FARC y el narcotráfico, pero también entre el narcotráfico y los grupos paramilitares.

El segundo efecto, está estrechamente relacionado con el primero. El narcotráfico tiene la capacidad perniciosa de corromper a los Estados y al sector privado. Según un reporte del Banco Mundial, el costo de la corrupción en Colombia fue de 2,6 billones de dólares en 2002, del cual gran parte se debió al narcotráfico. En años recientes, Colombia ha experimentado los lamentables efectos de la parapolítica. A través de su alianza con el narcotráfico, “los paramilitares y sus colaboradores han adquirido un inmenso patrimonio y una importante influencia política, quebrantado los procesos democráticos y el estado de derecho” (Human Rights Watch 2008, p. 4).

Si bien la realidad política peruana es distinta a la colombiana, no se puede descartar que el narcotráfico alcance un poder mucho mayor en la sociedad y en la política del país en los próximos tiempos. Un espacio en el que empieza a expresarse esta influencia es en el financiamiento de campañas políticas, algo de lo que países como Colombia y México no han estado exentos.

Ignazio De Ferrari

Referencias

Human Rights Watch (2008): ¿Rompiendo el Control? Obstáculos a la Justicia en las Investigaciones de la Mafia Paramilitar en Colombia.