Este mes se cumplieron ochenta años de la muerte del pensador marxista José Carlos Mariátegui y vale la pena realizar una pequeña semblanza del hombre tras el mito.
Nació en el seno de una familia pobre moqueguana en 1894. Empezó trabajando en el diario La Prensa y después pasó a escribir crónicas con el apodo de “Juan Croniqueur”. Posteriormente, trabajó en el diario El Tiempo, opuesto al presidente José Pardo y Barreda. Cuando el diario apoyó en 1919 el golpe de estado que dio el poder a Augusto Bernardino Leguía, Mariátegui y su amigo César Falcón renunciaron.
Su cercanía a la política empezó en 1917 al apoyar la candidatura de Jorge Prado a una diputación. Dos años después, el ministro de Guerra, Alfredo Piedra y Salcedo, conocido mecenas de periodistas, propuso a Mariátegui y Falcón viajar a Europa como propagandistas. Leguía y su canciller Melitón Porras autorizaron el viaje, no sin desatar un gran escándalo que llegó a la Asamblea Nacional Constituyente bicameral. Un diputado criticó el viaje frente a su colega Foción Mariátegui (¡qué nombre!), pariente del viajero, que lo defendía.
Mariátegui visitó Francia, Italia, Alemania, Suiza, Austria y la antigua Checoslovaquia. No viajó a la Rusia soviética. En suelo italiano, se casó y tuvo a su primer hijo. El viaje le sirvió para estudiar el marxismo y volver como socialista. Ya en el Perú, Mariátegui conoció al joven Víctor Raúl Haya de la Torre y dictó cátedra en las Universidades Populares Gonzáles Prada.
Durante esos años publicó en las revistas Variedades y Mundial y sufrió la amputación de una pierna por enfermedad. En 1926 Mariátegui fundó Amauta, revista donde escribirían figuras del naciente APRA como Luis Alberto Sánchez, Manuel Seoane, Antenor Orrego y Luis Heysen. En 1927 la dictadura de Leguía intentó silenciar Amauta: la imprenta fue allanada y numerosos obreros e intelectuales fueron encarcelados. Reaparecería seis meses después.
En 1928 Mariátegui publicó su obra Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, donde expone su visión particular del socialismo. Coincidió entonces bastante con el APRA y Haya de la Torre en análisis, pero no en teoría política.
En los últimos años de vida, Mariátegui se propone fundar un Partido Socialista que represente al proletariado, sin negar una alianza con la “pequeña burguesía” y el campesinado: tesis mitad aprista y mitad comunista. El deseo de Haya de la Torre por convertir al APRA de “alianza” multiclasista en “partido” lo llevó a romper con él.
Tras la ruptura estuvo la mano del intrigante periodista Eudocio Ravines, que pretendía alinear al Partido Socialista con el Komintern soviético. Mariátegui resistió la presión de la Internacional Comunista por terminar de alinearse con Moscú. Murió en 1930 y Ravines usó los restos de su partido para fundar el Partido Comunista.
Mariátegui se equivocó mucho en sus interpretaciones, pero nos dejó un valioso legado de frescura y originalidad de ideas, dentro de un marxismo heterodoxo. Lástima que sus autoproclamados seguidores no lo hayan imitado.
Por Gian Carlo Orbezo Salas
Imagen tomada de: http://www.larepublica.pe