Cuando pase el temblor

La fortaleza de un Estado no se evidencia en tiempos de paz y crecimiento. Al contrario: las situaciones difíciles son las que prueban la solidez de los cimientos que se han construido a lo largo de los años y de los gobiernos. Los desastres naturales son una buena oportunidad para descubrir qué grietas esconde la estructura del Estado y del gobierno de turno -incluso de los anteriores-, a pesar de la tragedia que suele acarrear este tipo de eventos para la sociedad. Terremotos y tsunamis nos permiten en esta ocasión analizar brevemente la situación actual de ciertos Estados recientemente golpeados por la naturaleza.

En primer lugar, debemos plantear ciertos conceptos iniciales para este análisis para después observar casos concretos. ¿Por qué importa tanto la reacción a los desastres naturales? En el artículo anterior sobre Estados Fallidos de enero de 2007, hicimos una breve mención a los componentes e intereses que son esenciales en la descripción de un Estado fallido -por ejemplo, la orientación ideológica de los gobiernos clasificadores y/o clasificados o en las deficiencias del Estado-. El énfasis en este último componente, como explicamos en el artículo anterior, “Las explicaciones que se centran en las deficiencias del Estado suelen disminuir la importancia o ignorar las influencias externas, así como darle una mayor importancia a los factores de gobernanza y no tanto así a los factores sociales y culturales. Además, esta categoría tiende a obviar el hecho de que la historia de los Estados suele ser una historia de crisis constante”. Es en esta clase de explicaciones en el que se inserta la incapacidad de los Estados para responder adecuada y rápidamente a un desastre natural.

Entonces, si tomamos como punto de partida la deficiencia del Estado como principal factor para determinar la respuesta a un desastre natural, la espantosa cifra de más de 200,000 fallecidos en el terremoto que ocurrió en Haití el pasado 12 de enero no puede sorprendernos, aunque sí horrorizarnos. Haití es un Estado fallido a todas luces, con presencia internacional en la forma de una fuerza multinacional de paz auspiciada por Naciones Unidas y liderada por Brasil, con una economía devastada desde antes del terremoto y con fuerte presencia del narcotráfico, y en constante enfrentamiento político sumado a la inexistencia estatal. Además, cabe recordar que Haití es el país más pobre del hemisferio occidental. En cambio, ¿qué ha sucedido en Chile?

Chile se encuentra en el extremo opuesto del espectro de desarrollo en América Latina, e incluso ciertos seguidores de su modelo de desarrollo consideran que ya se encuentra en transición hacia el primer mundo. No obstante el número muchísimo menor de fallecidos que se estima hasta el momento -alrededor de 800 personas-, los saqueos y los errores al momento de lanzar la alerta de tsunami evidenciaron que el sistema de defensa contra desastres naturales tenía serias deficiencias para un país que es uno de los más sísmicos del planeta. La demora en emitir la alerta de tsunami finalmente causó la renuncia de la jefa de la Oficina Nacional de Emergencias de Chile después de la renuncia del jefe del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la armada chilena ante las acusaciones mutuas sobre cuál entidad falló y causó la mencionada demora. Adicionalmente, los altos índices de desigualdad existentes en la sociedad chilena quedaron en evidencia al ser testigos de los saqueos y desórdenes posteriores al terremoto en un país que se precia de ser un ejemplo en la región.

Finalmente, ¿qué ha sucedido y qué sucede en nuestro país? Se cumplirán 3 años desde el terremoto de Pisco a mediados de agosto de este año, y si el estado de la reconstrucción es indicador de la viabilidad de nuestro país, el gobierno debería repensar seriamente el slogan “El Perú avanza”. No es necesario profundizar en las omisiones y errores cometidos por el gobierno y las deficiencias presentes en el Estado, ya se ha escrito bastante al respecto. Más bien, la tarea actual es dejar de apoyarnos en débiles cifras de crecimiento -ya estamos hablando de un crecimiento de 5.5% aproximadamente para el año 2010-, para observar objetivamente la solidez de la “bonanza” actual y a dónde está siendo canalizada. ¿Qué dice de nuestro Estado y de su nivel de desarrollo el no tener un sistema de alerta para tsunamis en un país altamente sísmico? ¿Hacia dónde avanzará el Perú si es que -tanto en sentido figurado como literal- se lo puede llevar una ola?

La tarea de recordar las deficiencias de nuestro Estado también es de cada uno de los ciudadanos, porque los gobiernos suelen tener memoria de corto plazo y necesidades que -a la luz de los resultados electorales- son más urgentes. No esperemos hasta el próximo huaico, terremoto o tsunami.

Mariana Olcese

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