“No sólo daría la pena de muerte a los violadores, los castraría primero sin anestecia”. “No llevar listas parlamentarias”. “A los congresistas vamos a cerrarles el caño”. “Yo sé que la mayoría de los peruanos sienten vergüenza por el Congreso, no sienten que ese Congreso nos representa debidamente; sienten que la mayor parte de los congresistas son sinvergüenzas […] que se han postulado no para servir al país sino para asegurarse un buen sueldo durante cinco años […]. Yo comparto la indignación y el repudio que la mayoría de los peruanos siente por el actual Congreso”.
Estas frases, que parecen salidas de un discurso de algún líder populista de la fauna política latinoamericana, son propiedad de un hombre que se dice demócrata, que a lo largo de su carrera ha apoyado a los políticos más identificados con el establishment: Mario Vargas Llosa en 1990, Javier Pérez de Cuéllar en 1995 y Lourdes Flores en 2001 y 2006. Ese hombre es Jaime Bayly.
Lo que aparentemente nació como una broma, ha cobrado dimensiones reales. Bayly, al igual que Humala o Castañeda, es un hombre en campaña. Desde su tribuna dominical, Bayly había amenazado con una candidatura presidencial por primera vez en 2008. Sin embargo, fue recién en las últimas semanas que la amenaza en tono lúdico se convirtió en una amenaza en tono serio y, de paso, en una seria amenaza para los políticos establecidos. La candidatura empezó a tomar forma cuando José Barba, líder de un partido que para todo fin práctico había desaparecido salvo en los registros del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), le entregó su partido para que, prácticamente, hiciera lo que quisiera con él. El nombre del partido no podía ser más sugerente: Cambio Radical.
Las propuestas
Desde que se “oficializara” su candidatura, Bayly se ha dedicado a repetir un puñado de ideas de carácter libertario, como él las llama. Las propuestas de Bayly se basan en la noción de que el Estado no debe intervenir en asuntos que pertenecen a la esfera privada de las personas. En ese sentido, el escritor aboga por la mejora de la educación pública escolar, la legalización del aborto, la eliminación de los subsidios y beneficios tributarios a la Iglesia Católica, las uniones civiles entre parejas homosexuales y la legalización de las drogas. Se trata de propuestas que, si bien generan polémica en una sociedad con fuertes rezagos conservadores, buscan hacer del Perú una sociedad más democrática ya que apuntan, a la vez, a generar más igualdad de oportunidades y a ampliar las libertades individuales a los ciudadanos.
Sin embargo, mientras algunas de las propuestas del conductor televisivo aspiran a democratizar el país, otras tienen fuertes tintes de demagogia y no aportan en nada a la solución de los problemas de fondo que aquejan a la sociedad peruana. Bayly plantea la reducción del número de congresistas a 25 (uno por cada región), se pronuncia a favor de la pena de muerte para violadores de menores (lo que lo equipara con el presidente García), y propone convocar un referendum que decida la excarcelación del ex presidente Fujimori. De todas sus propuestas, la más popular según una encuesta de Apoyo es la más demagógica de todas, es decir, la reforma del Congreso. Las reformas “libertarias” son las más impopulares.
¿Insider o outsider?
En las últimas semanas se ha escuchado a comentaristas de diferentes bandos políticos señalar que Bayly es el gran outsider de esta temporada electoral. De ser el caso, se trata a todas luces de un outsider poco común, ya que Bayly combina elementos de outsider (la crítica a los partidos y las instituciones formales de la democracia) con elementos de insider (el hecho de haber defendido a lo largo de su carrera a los referentes de la derecha formal, de los partidos tradicionales). En segundo lugar, y esto lo diferencia no sólo de los outsiders sino también de los populistas clásicos, Bayly pone igual o más énfasis en sus propuestas impopulares que en las populares. Finalmente, y en esto se distancia de otros outsiders exitosos de nuestro pasado reciente, Bayly defiende una plataforma económica liberal, que aboga por el continuismo del modelo económico vigente.
A los outsiders, lo que les da credibilidad ante a su núcleo duro de votantes, fundamentalmente los desafectados del sistema polItico, es justamente el hecho de no haber sido parte del sistema al que se oponen. Esa carta, por ejemplo, la jugó Humala en el 2006, pero difIcilmente la podrá jugar nuevamente en el 2011, tras cinco años en que sus congresistas han participado del juego politico-legislativo. En ese sentido, aunque quisera, Bayly carecería de las credenciales para jugar esa carta. No sólo su apoyo a políticos tradicionales en el pasado, sino también su alianza actual con José Barba lo delatan. Bayly no tiene reparos en reconocer que Cambio Radical es un vientre de alquiler, pero Barba asegura estar dispuesto a “apoyar un sueño mas no una locura”. Bayly critica al Congreso por impresentable y por estar lleno de tránsfugas, pero el propio Barba fue un pionero en esa práctica al abandoner el APRA cuando la nave se hundía para formar su propio partido con el que se convirtió en un férreo defensor del fujimorismo. Por esas ironías de la vida, tras el fracaso electoral del 2006 con Unidad Nacional, Barba regresó donde sus viejos compañeros que lo nombraron embajador del gobierno aprista en Panamá.
A Bayly otro elemento que lo diferencia de la los outsiders locales y regionales es la forma en que plantea llevar a cabo sus propuestas. Si bien la mayoría no tienen viabilidad política si son planteadas a través de los cauces políticos existents (el Congreso electo en el 2011, por ejemplo, no aprobaría reducirse a casi la quinta parte de sus miembros), Bayly no plantea mecanismos rupturistas para implementar sus reformas. En Ecuador y Bolivia Correa y Morales postularon a la presidencia de sus países bajo la promesa de una Asamblea Constituyente que transformara las reglas del juego. Otros, como Fujimori, fueron más radicales y disolvieron el Parlamento. Bayly, en vez, parece resignarse a lidiar con los congresistas que le toquen ya que se niega a presentar listas propias.
En resumen, pese a sus críticas al sistema, Bayly no plantea una ruptura, al menos no en términos político-institucionales. Esto tiene ventajas y desventajas. El mayor riesgo es que si gana se genere un desembalse de expectativas al no poder cumplir sus promesas electorales, algo similar a lo que le ocurrió a Toledo y, en menor grado, a García. La ventaja es justamente que no plantea un quiebre institucional.
Esto último obliga a una pregunta final: ¿a quién le habla Bayly? Por lo pronto, parece claro que el conductor televisivo convertido en candidato le habla a los jóvenes urbanos que no se han interesado por la política en el pasado. Pero más allá de esos jóvenes, no queda claro a quién va a poder disuadir Bayly. Los verdaderos cambios que propone, sus apuestas “libertarias”, son impopulares y no constituyen una solución a los problemas más apremiantes de los sectores marginales. Si Bayly pretende dirigirse a ellos tendrá que ampliar su discurso y elaborar propuestas más específicas. Aún tiene tiempo.
Ignazio De Ferrari
fuente de la imagen: http://manuelsantelices.files.wordpress.com/2009/06/bayly1.jpg