¿A qué se debe el reciente despegue de Ollanta Humala y su Partido Nacionalista Peruano (PNP) en las encuestas? ¿Estamos frente a un outsider con discurso antisistema o más bien se trata de una propuesta moderada, capaz de generar consensos? Un análisis.
El discurso de Ollanta Humala se caracteriza por su ambivalencia. Sus declaraciones suelen tener un tono desafiante, pero al mismo tiempo Ollanta rechaza el uso de violencia. Ha marcado distancia con su hermano Antauro desde que éste protagonizara la toma de la comisaría de Andahuaylas. Una mirada a la página web del PNP muestra que también se está evitando usar el calificativo “etnocacerista” con el cual los Humala solían denominar su movimiento.
Ollanta destaca, en primer lugar, por ser de izquierda. En una entrevista al diario “chicha” La Razón, Humala sostiene:
La industrialización y la protección de la agricultura son instrumentos importantes para el desarrollo y generación de empleos. Proponemos la soberanía alimentaria entendida como la libertad del pueblo de poder encontrar protección nacional frente a todas las importaciones que vienen, en muchos casos con subsidios de gobiernos extranjeros, para tumbar los precios.
Esta posición proteccionista es compartida por la izquierda radical aglutinada en el Movimiento de Nueva Izquierda (MNI). De ahí se explica por qué el MNI haya decidido conformar una alianza con el PNP con miras a las próximas elecciones. La izquierda moderada, de tendencia socialdemócrata y representada sobre todo por el Partido por la Democracia Social (PDS) ha rechazado cualquier acercamiento con el PNP de Ollanta. Javier Diez Canseco y su Partido Socialista (PS) representan una posición a medio camino entre la izquierda moderada y la radical. No sorprende, pues, que se muestren escépticos frente a una eventual alianza con Humala. Pero tampoco la han descartado.
Pero el éxito de Humala no se puede explicar únicamente con su posición de izquierda. Tal como señala Mirko Lauer:
La izquierda radical, cuyo auge fue el inédito 14% que obtuvo el partido del entonces trotskista Hugo Blanco en 1978, desapareció electoralmente junto con la moderada hacia fines de los años 80. Le cayeron encima el muro de Berlín, el trauma de la violencia senderista y la fuga de la opinión pública hacia la ética del liberalismo económico.
Lo que distingue al PNP de otros movimientos es la combinación del discurso de izquierda con otro nacionalista y en cierta forma autoritario. Ollanta se cuida de aparecer como dictador, pero al mismo tiempo se encuentra en un permanente coqueteo con la posibilidad de golpear el tablero institucional: Ante los estudiantes de la Universidad Pedro Ruiz Gallo, Humala sostuvo que el 9 de abril dará “un golpe de Estado democrático en las urnas”. En entrevista concedida a comienzos de año a la BBC, Humala habla del “derecho constitucional de la insurgencia popular”, pero acto seguido condena la acción armada de su hermano Antauro como “delito común”. Además, en su página web, se jacta de ser considerado el “Túpac Amaru de estos tiempos”. Con declaraciones de este tipo queda claro que Humala también busca aparecer como líder mesiánico, como reivindicador étnico-nacionalista.
Otro aspecto importante del PNP es su raigambre militar. El movimiento etnocacerista sale a la luz pública en octubre del 2000 cuando los hermanos Humala se levantan junto a un grupo de soldados para exigir la renuncia del entonces presidente Alberto Fujimori. En aquel momento, Ollanta era Teniente Coronel del Ejército. Desde entonces, el movimiento etnocacerista había ido constituyéndose en su mayoría por reservistas del Ejército que se ponían el uniforme y recorrían ciudades y pueblos haciendo proselitismo. Su líder, Antauro Humala, manejaba un discurso radical: Exigía “fusilar a los políticos”, nacionalizar la economía y hablaba de la “raza cobriza” como la auténtica del Perú. La toma de Andahuaylas en enero del 2005, con el saldo de cinco muertos, motivó la escisión entre ambos hermanos.
En la actualidad, el sesgo militarista ya no es tan claro dentro del PNP. Si bien la página del partido llama a los reservistas de las Fuerzas Armadas a participar, Ollanta ahora suele aparecer vestido de civil y evita mencionar a los militares como actores políticos.
En conclusión, da la impresión que Ollanta Humala apunta por el momento hacia una indeterminación estratégica. Prefiere no irse demasiado ni para un lado ni para el otro, dejarse abiertas las opciones. Motivado por el ascenso en las encuestas (que le dan entre 9 y 11 %), Humala estaría buscando nuevos caudales electorales y en función de ellos estaría dispuesto a moderar sus propuestas. La reciente alianza con la izquierda radical va en esa dirección, al menos en lo que respecta al militarismo y al nacionalismo étnico, dos posiciones que no van con la izquierda.